libro voces de la otredad

Pedagogía del Conflicto y Cultura de Paz
especialmente de los sectores poblacionales más pobres que cada día son
más numerosos. Estos cambios socioculturales han modificado las formas
de vivir, percibir e imaginar la ciudad. Las representaciones simbólicas e
imaginarios urbanos de los habitantes, según su condición económica
y socio-cultural, determinan hábitos, usos y vivencias cotidianas en ese
interminable y colectivo devenir de quienes crean y recrean el mundo de lo
urbano y hacen ciudad y ciudadanía.
Se adoptan diferentes estrategias y formas de vivir la ciudad de acuerdo con
sus condiciones económicas y socio-culturales. Cada habitante tiene formas
diferentes de pensar e imaginar la ciudad, y adopta sus propias prácticas
territoriales. Según García Canclini, la ciudad se concibe “como un lugar
para vivir, como un espacio imaginado”. Esas representaciones simbólicas o
imaginarios urbanos permiten entender cómo el ciudadano percibe y usa la
ciudad y cómo elabora ciertas maneras subjetivas de entender e imaginar la
ciudad, lo cual termina guiando con mayor fuerza sus usos, posicionamientos,
afectos e idearios ciudadanos.
La percepción y definición, por ejemplo, que se tiene sobre una zona de
la ciudad (visión o “mapa mental”) es lo que más incide en la decisión de
transitarla o habitarla. Algunos sectores, por ejemplo, son considerados
“peligrosos”, zonas violentas e inseguras por donde se debe evitar transitar.
Ciertos conglomerados urbanos se han recluido de manera exclusiva y
excluyente en sus “burbujas”: condominios, clubes, escuelas, hipermercados,
lejos del mundo “sodomizado” del centro de la ciudad, espacio que ha
perdido sentido y valor, escenario lleno de ambigüedades y vacío, que según
la nueva re-conceptualización de la ciudad, ya no vale la pena frecuentar.
El centro de la ciudad, un lugar tradicional de encuentro, simbolizado y
transversalizado por el parque o plaza central, se convierte en un patrimonio
histórico y arquitectónico descuidado cuando no olvidado por gobernantes,
políticos y particulares el cual ha sido “tomado”, “invadido” por sectores
populares en su vida y rutinas cotidianas, como lugar de trabajo y diversión,
lo mismo que por migrantes, indigentes y desplazados que le dan dado
nuevos usos y connotaciones a ese espacio público.
Las percepciones reales o imaginadas sobre la (in) seguridad en las ciudades,
han motivado la idea de no frecuentarlo, y además, por temor a ser asaltados,
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