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libro voces de la otredad

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Pedagogía <strong>de</strong>l Conflicto y Cultura <strong>de</strong> Paz<br />

Una mañana llegó al pueblo una mujer tan vieja como el mundo: era una<br />

forastera <strong>de</strong> raída túnica y sonrisa radiante. Por <strong>la</strong> al<strong>de</strong>a corrió el rumor <strong>de</strong><br />

que era una hechicera que vivía so<strong>la</strong> en <strong>la</strong> montaña y había llegado hasta allí<br />

atraída por <strong>la</strong>s noticias acerca <strong>de</strong> una misteriosa p<strong>la</strong>ga que ensombrecía <strong>la</strong><br />

vida <strong>de</strong> sus habitantes. Movida por <strong>la</strong> compasión, <strong>la</strong> ermitaña había <strong>de</strong>cidido<br />

aventurarse en el execrable valle.<br />

“¡Váyase enseguida! Si se queda, per<strong>de</strong>rá <strong>la</strong> poca vida que le queda”, le<br />

recomendó el primer al<strong>de</strong>ano con quien se encontró.<br />

“Cál<strong>la</strong>te, tráeme agua y algo que comer. Luego convoca a todos tus vecinos,<br />

Quiero <strong>de</strong>scubrir <strong>la</strong> causa <strong>de</strong> vuestro mal”, le espetó <strong>la</strong> anciana.<br />

Fue así como los al<strong>de</strong>anos ro<strong>de</strong>aron expectantes a <strong>la</strong> anciana quien empezó<br />

a hab<strong>la</strong>rles en tono c<strong>la</strong>ro y enérgico: “A <strong>la</strong> entrada <strong>de</strong>l pueblo he visto unas<br />

cabras que están en los huesos. Su <strong>de</strong>bilidad se explica porque nadie cuida<br />

<strong>de</strong> el<strong>la</strong>s. Dan poca leche porque no les procuráis suficiente hierba fresca. El<br />

trigo que cultiváis tiene sus espigas bajas, débiles y quebradizas. Dicen que<br />

<strong>la</strong>s cosechas son escasas y que <strong>la</strong> lluvia no es suficiente. He visto, a<strong>de</strong>más,<br />

cómo los hijos son castigados sin justa causa y los amigos y <strong>la</strong>s parejas se<br />

pelean por pactos íntimos y <strong>de</strong> vecindad infringidos y por otras tonterías”.<br />

Empezaron los murmullos y los rezongueos hasta que los gritos y los rec<strong>la</strong>mos<br />

se convirtieron en una infernal algarabía don<strong>de</strong> ya nadie podía escuchar al<br />

otro. De repente, <strong>la</strong> extraña mujer se puso <strong>de</strong> pie, levantó <strong>la</strong>s manos, pidió<br />

silencio y luego les habló con firmeza y serenidad: “He quedado convencida<br />

<strong>de</strong> que un po<strong>de</strong>roso virus invadió vuestra al<strong>de</strong>a y voy a daros el antídoto”.<br />

Los ojos <strong>de</strong> los pob<strong>la</strong>dores se posaron asombrados sobre <strong>la</strong> figura contrahecha<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> venerable anciana que sostenía un pequeño cofre. Acto seguido, musitó<br />

unas cuantas pa<strong>la</strong>bras y lo abrió <strong>de</strong>jando que su invisible contenido e inoloro<br />

aroma se esparciera por el aire. Luego, dio <strong>la</strong> espalda a <strong>la</strong> concurrencia y se<br />

marchó con una enigmática e irónica sonrisa por el sen<strong>de</strong>ro antes trasegado,<br />

camino hacia <strong>la</strong> montaña <strong>de</strong> don<strong>de</strong> había venido. Estaba convencida que <strong>la</strong>s<br />

cosas allí cambiarían y que los al<strong>de</strong>anos tomarían <strong>la</strong>s cosas como vinieran,<br />

celebrando el mi<strong>la</strong>gro <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida que convertiría <strong>de</strong> nuevo al fértil valle en el<br />

lugar más próspero y feliz <strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra.<br />

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