libro voces de la otredad

Las voces de la Otredad
El escritor italiano Giovanni Papini escribió un cuento que intituló: “Ya no
quiero ser lo que soy”.
Allí narra la historia de un hombre que un día descubrió algo terrible: que no
podía dejar de ser él mismo. En uno de sus apartes dice:
“Se cambian de sitio los muebles, se cuelga con pequeños clavos un nuevo
cuadro, se añade una estantería de libros, un sillón más cómodo, una mesa
más ancha, pero la habitación es la misma, siempre, inexorablemente la
misma”.
Se cuenta que Demóstenes (380-320 A. C.), el rutilante abogado, político y
orador ateniense, sólo comparado con Cicerón a quien éste llamó “el orador
perfecto”; exaltado por los renacentistas; inspirador de los federalistas y
constitucionalistas norteamericanos y de los revolucionarios franceses;
reverenciado por Nietzsche y por George Clemenceau, quedó huérfano de
padre a los siete años y sus tutores administraron mal su herencia. Debido a
eso, ya de joven estuvo en los juzgados e, impresionado por la elocuencia de
un abogado, decidió dedicarse a la oratoria.
Era un sueño en apariencia irrealizable porque padecía dislexia, era
tartamudo y tenía poca voz. Su primer discurso a los veinte años, fue un
completo fracaso y las burlas del auditorio lo obligaron a interrumpirlo
sin poder terminar. Dicen que un anciano, al verlo sin ánimo, lo alentó
diciéndole “Practica y la paciencia te llevará el éxito”.
Se aplicó con fe y tenacidad y para remediar sus defectos en el habla, se
ponía una piedrecilla debajo de la lengua. Iba junto al mar y gritaba con
todas sus fuerzas, hasta que su voz se hacía oír clara y fuerte por encima
del rumor de las olas. Con una disciplina asombrosa ese niño huérfano y
tartamudo se convirtió en el más brillante orador griego y el más ardiente
defensor de la democracia ateniense amenazada por los ejércitos invasores
macedónicos.
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