libro voces de la otredad

Las voces de la Otredad
nos ilusionamos con actitudes de fuga; porque falta experiencia en el
tratamiento adecuado de los conflictos; porque adjudicamos toda la culpa a
una sola de las partes que interviene en el conflicto; porque permitimos que
las diferencias desemboquen en enfrentamientos y posiciones excluyentes…
Porque llevamos las contradicciones a niveles tan graves que terminamos
por olvidar el por qué, cuándo, dónde, para qué y el cómo, siempre con la
idea fija de exterminar al otro. La educación en y desde la civilidad debe
convertirse en un aprendizaje individual y social que nos permita soportar y
contrarrestar los embates del miedo sin caer en la actitud preterintencional
de erradicarlo por las vías de la eliminación y/o la exclusión.
En su obra “Atlas” Michel Serres afirma: “Dime lo que excluyes y te diré lo
que piensas”. Las cosas expulsadas de la pedagogía o de la memoria histórica
de la ciencia o el arte de a pedagogía, nos instruyen siempre maravillosamente
sobre lo que se da por sabido: “Aquél o aquello que se expulsa nos enseña
más cosas sobre los que excluyen que todos los discursos de estos últimos
sobre ellos mismos”.
Al respecto, afirma Arnulfo Bayona, Gustavo Escobar y Alfredo Molina
(“La Democracia empieza en la Escuela”) que en el inconsciente social
van generándose heridas con cada intento de vivir excluyendo, segregando,
produciendo desigualdad. “Plantear la diferencia sin hacer caso de otras
escoriaciones, puede llevar a que la cultura democrática, esa la de todos los
días, la del acontecer cotidiano de nuestras vidas, de manera paulatina, sufra
una desintegración que termine por desarticular la existencia colectiva”.
Agregan los autores que, más que una exigencia constitucional y legal, la
educación para la democracia es ante todo una actitud, una manera de vivir,
un reto para dilucidar el dilema de seguir o no, reproduciendo modelos
autoritarios y formas de violencia y exclusión, o desarrollar prácticas de
participación y de respeto entre los integrantes de la comunidad educativa,
basados en aprender a convivir en la diversidad, la diferencia, la divergencia
y el disentimiento.
Educar en el sentido y desde la perspectiva de la democracia, exige una
ruptura con el modelo educativo que ha privilegiado el dominio de los
hombres sobre las mujeres, de los adultos sobre el mundo de los niños y de
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