libro voces de la otredad

Pedagogía del Conflicto y Cultura de Paz
que su cuerpo estuviera libre, porque él había decidido con su mente y en su
doloroso pasado continuar secuestrado. En lugar de disfrutar de su mundo
familiar y construir un futuro presentificado, pasaba todo el tiempo de forma
rabiosa pensando en sus captores”.
“Pero, ¿cómo se puede olvidar algo tan duro?”, seguí interrogándolo.
“Mis captores me quitaron la libertad, pero no voy a permitir que me quiten
mi tranquilidad. Si yo continúo alimentando este rencor, les estaré dando mi
vida; los llevaría conmigo a cada momento y por el resto de mis días. Creo
que ni mis seres queridos ni yo nos merecemos esto. Dejarlos atrás y pensar
en mi felicidad será mi verdadera venganza.
Las verdaderas cadenas las tenemos en nuestra mente cuando hemos decidido
continuar aferrados al resentimiento que nos produjo ese doloroso pasado.
Eso es peor que un armario oscuro. Yo prefiero que los míos me recuerden
como alguien que supo acoger la alegría en su vida y no como alguien que
se quedó alimentando la rabia y la autocompasión por el resto de sus días”.
Existe un muro que delimita nuestro pequeño universo personal y nos impide ver
que hay personas fuera que tienen menos y pueden menos. Pasamos por su lado con
aparente desdén y para no reconocernos en ellos, apretamos el paso para no permitir
que su indefensión nos toque. Pero también se puede habitar este planeta de una
manera más consciente, menos ciega, sorda y muda. Entender que vivimos en un
“nosotros” asumiendo de forma activa y programática nuestra responsabilidad como
ciudadanos del mundo.
“Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos conscientes y comprometidos
puedan cambiar el mundo; de hecho es lo único que lo ha logrado cambiar”.
Margaret Mead, antropóloga estadounidense.
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