libro voces de la otredad

Pedagogía del Conflicto y Cultura de Paz
B. SEMBLANZA
EL OCASO DE LOS ÍDOLOS
Las estatuas derribadas de Lenin, Stalin, Pol Pot, Ceaucescu, Duvalier,
Hussein, Moubarak, Milosevic y Gadafi, evidencian esa ola de iconoclasia
que sacude al mundo. Se derruyen grandes mitos caudillistas, mesianismos
enajenadores que han sumido en alienante postración a comunidades
enteras: Helena Blavatsky y “la Sociedad Teosófica”, Sai Babá y la “Morada
de la paz suprema”, Osho y el movimiento de la “Rosa mística”, Jim Jones
y el “Templo del pueblo”, Vernon Wayne y la “Familia davidiana”, Shoko
Asahara y su “Aum” o “Suprema verdad”, Marshall Aplewhite y “La puerta
del cielo”, los Bush y la secta de los “Iluminati”, R. Hubbard y la “Iglesia de
la Cienciología”.
El “culto a la personalidad”, peligrosa pandemia que azotó el siglo XX y sigue
vigente, fue una expresión acuñada por el político ruso Nikita Jrushchov
(1956) para definir y acabar con el culto Staliniano de la época, el mayor
obstáculo político en su arrollador ascenso autocrático al soviet supremo.
La historia registra otras liturgias ego-políticas tristemente célebres: Mao,
Franco, Perón, Hoxha, Trujillo, Hussein, Marcos, Pinochet, Castro, Gandhi,
entre otras. Los mitos sólo sirven para ser derribados… “Cada mito destruido
es un eslabón menos en esa (gruesa) cadena que esclaviza a la humanidad”,
afirmaba el novelista inglés Joseph Conrad.
Una atávica malformación, extraña patología socio-cultural, se enquistó en
el inconsciente colectivo de algunos grupos. Su cuadro sintomatológico tiene
que ver con un carcinoma ideológico y mediático que ha hecho metástasis
en el corpus de la indefensa y codependiente grey. Funestos y estultos
mandamases jactándose de su liderazgo providencial, siguen paseándose
desvergonzadamente por la alfombra roja de la hipocresía y las falsas
apariencias. Hoy vemos candidatos a alcaldías, gobernaciones, asambleas
y concejos arrogándose una supuesta unción popular y una predestinación
divina para gobernar a su piadosa feligresía.
¿Cómo desentrañar los misterios de ese ciego y fastidioso fervor que durante
milenios comunidades y naciones enteras han padecido? ¿Cómo entender
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