libro voces de la otredad

Las voces de la Otredad
politiquería (…). Una ciudad avanzada no es aquella donde los pobres andan
en carro, sino aquella en donde hasta los ricos usan el transporte público (…)
No se trata de ser un buen político, sino un buen gobernante” (…) Vamos a
dejar atrás la desesperanza, vamos a recuperar la autoestima, vamos a hacer
una ciudad a la altura de nuestros sueños, una ciudad de la que estemos
orgullosos frente a Colombia y el mundo”. Enrique Peñalosa, alcalde Bogotá
(1998-2000; 2016-2019).
“Actualmente, en el mundo de la política ni siquiera lo que está firmado tiene
validez (…). Hay que derribar el muro de la vergüenza que separa la ciudad
pobre de la ciudad rica (…). Una ciudad debe ser como un gran parque:
allí se plantan árboles, no se botan basuras ni escombros, no hay premura,
se respetan los peatones y ciclistas; las personas usan su tiempo libre, se
encuentran por algún motivo, siempre están celebrando algo, no se matan
ni se hieren entre sí y cuidan su salud (…). ¿Qué tan parecida puede ser la
ciudad a un parque? Esa es la medida de una ciudad inteligente”. Fernando
Haddad, alcalde de Sao Paulo (2013-2017).
“Nuestro proyecto municipal está basado en la participación ciudadana
donde todos hayamos pensado juntos el proyecto que queremos para la
ciudad (…). Debemos creer en nuestra capacidad colectiva para vivir juntos,
como queremos, en una ciudad cosmopolita como la nuestra (…). Como
simple ciudadana invito a todo el mundo, cualquiera que sea su afiliación
política a abstenerse de pronunciar cualquier palabra que hiera o que divida
al otro (…) Se debe buscar y hacer que prevalezca sólo el interés general
(…). El horror no nos debe paralizar, el horror nos debe movilizar”. Anne
Hidalgo, alcaldesa de París (2014-2011).
Al repasar estas exultantes frases, nos encontramos con un fragmento de un
poema de Walt Whitman (“Pensamientos”) que forma parte de sus “Hojas de
hierba” (1855): “Pienso en la opinión pública, / en el mandato pronunciado,
tarde o temprano, con voz / serena y fría (¡cuán impasible! ¡Cuán segura y
última!) / En el Presidente, con el rostro pálido preguntándose en / secreto:
¿qué dirá al fin el pueblo? / En los jueces frívolos, en los diputados, en los
gobernadores, / en los alcaldes corrompidos, en todos los que concluyen /
por ser descubiertos (…)”.
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