libro voces de la otredad

Las voces de la Otredad
Allí se llevan a cabo las audiencias abrileñas de la comisión investigadora
internacional que examina las acusaciones proferidas contra él y su hijo.
En 1939 se orquesta el triángulo dialógico entre Trotsky, Rivera y el pintor
surrealista André Bretón, cuyo centro es Frida, y se intenta organizar una
federación internacional de artistas y escritores de izquierda. En la azul
estancia también se da, poco después, la ruptura entre Diego Rivera y Trotsky
precedida de una fuerte discusión política donde éste acusa al muralista de
traidor a la causa revolucionaria.
Ese cruel accidente de tránsito (1925) provoca uno de los sufrimientos más
dolorosos para Frida: es atravesada por una barra de hierro a la altura de la
pelvis (“a mí el pasamanos me atravesó como la espada a un toro”). A partir
de allí, la expresión “planeta doloroso” se hará más continuo y evidente. Sus
circunstancias insalubres, la morfina y el tequila se plasmarán en sus obras
y en sus autorretratos descarnados y rotos (“amurallar el propio sufrimiento
es arriesgarte a que te devore desde el interior”).
Los corsés de yeso, cuero y luego de acero no serán un obstáculo en su
crecimiento artístico: “No sólo hay que trazar líneas sino infundirles un
sentido, una forma, un contenido; comprender algo de ellas, concebirlas,
forjarlas, retorcerlas, desligarlas, reunirlas, llenarlas”. Allí, en la Casa Azul,
van a quedar colgados muchos de los sueños y los dolores pictóricos de
Frida Kahlo. A pesar de sus cortas visitas, interrumpidas por sus frecuentes
devenires a museos y hospitales, “la casa” permanece en el corazón de la
pintora (“Mis abuelos, mis padres y yo”,1936). En el verano de 1939, Frida
Kahlo decide vivir en ella. Luego viene el divorcio (1939-1940). El 8 de
diciembre de 1940 contraen nupcias por segunda vez y a comienzos de 1941
regresan.
En 1943 Frida, por su enfermedad, atiende en su casa su último bastión
estudiantil: 4 jóvenes apodados “los fridos” que siguen amando a su
maestra. Su confinamiento lo sublima con dos obras emblemáticas: “Flor de
la vida”(1945) y “El sol de la vida” (1947). Kahlo se pinta a sí misma por ser
ella el mejor motivo que conoce y lo hace a pesar del dolor que esto le acarrea
(“Hice de mí misma mi modelo, mi tema de estudio”). Varias de sus obras
más importantes las lleva a cabo colgada de un arnés para poder estirar sus
maltrechas vértebras lumbares. Una de ellas es “La columna rota” (1944):
una pilastra jónica agrietada que sustituye su balaustre vertebral mientras un
358