libro voces de la otredad

Pedagogía del Conflicto y Cultura de Paz
trágica canción de cuna (“Nanas de la cebolla”), muerto a los 31 años de
tuberculosis en una cárcel franquista. Distante, frío, resentido, megalómano
y calculador, envidioso de la suerte de Lorca sin vislumbrar aún el trágico
sino que los uniría… es el retrato en blanco y negro de nuestro humilde bardo
alicantino quien, además, coqueteaba con el fascismo como una estrategia
de supervivencia en tan tenebrosa época.
El historiador estadounidense Philip Pomper (“El hermano de Lenin”) hace
una semblanza de Vladimir Ulianov, el líder revolucionario y señala cómo
no fue el ferviente amor del padre de los soviets por la causa proletaria y
socialista, sino la venganza, el rencor y la crueldad, la leit motiv que lo
acompañó desde la ejecución de su hermano tras el atentado contra Alejandro
III en 1887 hasta su triunfo revolucionario 40 años después. En 1918, la
familia del zar Nicolás II fue fusilada por orden del líder bolchevique en el
sótano de una casa en los Urales, escena dantesca narrada por uno de sus
verdugos… la vieja deuda había sido saldada.
Cada uno de nosotros lleva consigo un doctor Jeckyll y un Mr Hyde, una
persona afable, locuaz y “buena” en su vida cotidiana y otra identidad silente,
oculta y escabrosa que permanece proscrita y amordazada la mayor parte
del tiempo. Algunos pensadores la han satanizado, otros la reivindican: “La
sombra no existe, lo que tú llamas sombra es la luz que no ves”, señalaba
el escritor francés Henri Barbusse. “Lo que no tiene sombra no tiene fuerza
para vivir”, sentenciaba el poeta polaco Czeslaw Milosz. Rabindranath
Tagore, el poeta bengalí, advertía: “Tú no ves lo que eres, sino su sombra”.
El ego y la sombra conviven, se nutren y crecen a expensas de la misma
experiencia vital. Vamos arrinconando en esa pieza de rebujos donde
nuestra psiquis, de una manera excluyente, selectiva y confinatoria,
sentimientos, emociones y actitudes “raras” que no se adecúan a esa imagen
estereotipada con la cual nos aceptan los demás. Es allí, en esa red de farsa,
hipocresía y disimulo, donde encontramos la verdadera etiología de nuestros
comportamientos neuróticos y esquizoides todos ellos encubiertos tras una
serena apariencia de higiénica madurez, moralidad, rectitud y ecuanimidad.
Tenemos que aprender a convivir con nuestra sombra y comprender aquella
que, muchas veces y con tanto celo, tratan de encubrir los demás; sobrevivir en
medio de un mundo complejo y conflictivo que se debate entre el eros, el caos
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