libro voces de la otredad

Las voces de la Otredad
D. EDUCACIÓN, DISIDENCIAS Y EXTRAVÍOS
La clase política terminó creyendo que la educación, además de dar votos y buenos
dividendos clientelistas y económicos, se constituye, hoy por hoy, en el instrumento
de movilidad y cambio social por excelencia que asegura altos índices de desarrollo
humano y determina el crecimiento económico y la competitividad de un país.
La escuela ha sido subsumida por una cultura insular y fronteriza que la
alejó del mundo exuberante y promisorio de la comunitariedad y la cultura
solidaria como lideresa de sinergias alrededor de una verdadera visión
competitiva de futuro (competer, no competir) y de unos imaginarios
ciudadanos compartidos. Esa escuela de liderazgo por antonomasia
formaría líderes cuya función sería la de integrar la institución educativa a
la comunidad local y no lo contrario, creando así, un Proyecto Educativo
Comunitario (PEC) y no integrando las distintas instancias comunitarias
como apéndices de la institución educativa, situación recurrente y que tiene
que ver, hoy por hoy, con la disfuncionalidad de algunos componentes del
Proyecto Educativo Institucional (PEI), factor que ha contribuido al fracaso
de los programas del MEN.
Si se invirtiera la ecuación Comunidad – Escuela en un PEC y no en un PEI,
estaríamos hablando de un verdadero gobierno escolar y de unas efectivas
competencias comunicacionales y ciudadanas. Sólo así se podría hablar de
propósitos comunes: democratización del conocimiento, la educación y la
cultura como instrumentos de igualdad, justicia y cambio social; formación
de personas con verdadero sentido de identidad y pertenencia… Es decir,
sujetos conscientes de su inteligencia, sus capacidades críticas, creativas y
propositivas; individuos creadores de ambientes proactivos y vivenciales;
seres innovadores, honestos, solidarios, autosuficientes, autónomos; agentes
y gestores educativos protagonistas del desarrollo local, regional y nacional.
Produce desazón observar cómo nuestras instituciones educativas y sus
comunidades académicas, cual hijas desalmadas e indisciplinadas, conviven
en sus fantasiosas y cómodas burbujas y medran apoltro-acolchonadas,
adiposas y felices en medio de una despreocupante ataraxia curricular,
refractarias al estímulo de la idea creativa, innovadora y transformacional.
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