libro voces de la otredad

Pedagogía del Conflicto y Cultura de Paz
individuales, la tierra pertenecería a la comunidad, el trabajo sería obligatorio
para todos, todos tendrían acceso a la escuela y se practicaría la tolerancia
religiosa. Ese mundo ideal se analogizó para convertirlo en un término
cuyo significado es claro y categórico para algunos: “lugar que no existe en
ninguna parte”.
La utopía, en el ámbito de las ciencias sociales, al ser considerada como
un “no lugar” epistemológico con toda su carga de “pre-científicidad” e
“ilogicidad”, fue excluida y marginada de las grandes y rutilantes discusiones
racionalistas, hasta su reintroducción vindicativa y legitimadora hecha por
el sociólogo húngaro Kar Mannheim (“Diagnóstico de nuestro tiempo”),
el filósofo alemán Herbert Marcuse (“El hombre unidimensional”), el
educador canadiense Herbert Marshall McLuhan (“La galaxia Gutenberg”)
y el historiador francés Marc Leopold Benjamín Bloch (“Introducción a la
historia”).
Pendularmente, la utopía oscila entre la nostalgia y la impotencia frente a lo
irresoluto y lo frustrado o perdido (Mircea Elíade) y el febril delirio de uno
seres conocedores de su incompletez y que, presos de su ansiedad por otras
realidades mundanas, fueron proscritos por haberse atrevido a profanar el
sagrado y cómodo recinto del dogma objetivista y de la obviedad (Emilio
Ciorán). Las palabras alimentan la insaciable utopía de los días y son esos
artesanos de la palabra los que tejen desde la cotidianidad en que transcurre
la soledad de sus vidas, la trama y urdimbre de su destino, manto con el cual
abrigan la gélida estancia donde ha sido confinada la utopía.
José Ingenieros (“Ariel”) afirma que “en la utopía de ayer se incubó la realidad
de hoy, así como en la utopía de mañana palpitarán nuevas realidades”.
Paulo Coelho nos plantea cómo la vitalidad de nuestra leyenda personal
parte de la fe y el sentido de lucha que le hayamos puesto a nuestro sueños.
Anatole France sostenía que “la utopía es el principio de todo progreso y
el diseño de un futuro mejor”. Leonardo Boff, el teólogo brasileño, explica
en su obra cómo el alimento de una sociedad son sus utopías y éstas están
fundamentadas en la dignidad, el respeto a la vida y la convivencia pacífica.
“Si no tenemos utopías nos empantanamos en los intereses individuales y
perdemos el sentido del bien vivir en común”, argumentaba… Sencillamente,
diremos con Eduardo Galeano que la utopía tiene una utilidad: nos sirve
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