libro voces de la otredad

Las voces de la Otredad
esa dimensionalidad singular, diversa, incierta y contingente; instaurar
una mirada más comprensiva de lo fenoménico, contingente, alterativo y
temporal; forjar una construcción de sentido que no eluda intersticios,
ahonde en fisuras, trabaje desde la diversidad, la diferencia y la otredad,
lejos de la semejanza, la subsunción y la mismidad: “un pensar en escorzo,
abierto, conjetural y divergente”.
No aprendemos de la dúctil brizna de hierba que resiste mejor los embates de
la tempestad, cediendo a ella para luego volver a enderezarse. El sufrimiento
tiene mucho que ver con la actitud con la que nos enfrentamos a una
situación, con las respuestas que no somos capaces de dar, con ese bagaje
de recursos que, a pesar de ello, nos impide gestionar emociones caóticas
que afloran, con temas que hemos dejado pendientes, heridas emocionales
que no hemos sabido cerrar bien y una baja capacidad de resiliencia (aptitud
para manejar la adversidad).
Aprender a desaprender nos obliga a desandar caminos generando métodos
que se (de-re) construyen. El método no se predetermina (meta: camino;
odos: hacia), es un camino que, como en el mundo de las utopías, se hace
caminando: avanzamos, nos detenemos, giramos en círculo, caemos,
retrocedemos, nos elevamos, nos lanzamos a la aventura con nuestro andar
zigzagueante, nos perdemos y nos reencontramos… Es así como se abren
ante nosotros miles de posibilidades que no conocíamos y que quizás
vislumbrábamos cuando arrancamos a caminar.
El filósofo y sociólogo francés Edgar Morin comentaba en su magna obra
(“Introducción al pensamiento complejo”, 1990) sobre las maravillas de
discernir sobre la complejidad, ese escenario raciovital donde no existen
respuestas seguras, sólo la incertidumbre, el caos creativo, el orden
desordenado, la nada que lo es todo. Allí no hay respuestas seguras. No
hay posibilidad de concluir, sino “un inquirir constante que genera nuevas
preguntas a partir de respuestas que se van obteniendo ante la ausencia
consciente de verdades absolutas”.
La imaginación nos permite pensar en el viaje que vale la pena hacer. La
motivación nos pone en marcha. Pero son la paciencia, la resiliencia y la
perseverancia las que nos llevarán a ese destino deseado. Podemos escuchar
el acento perdido de nuestra voz que se hace más débil e inaudible a medida
98