libro voces de la otredad

Pedagogía del Conflicto y Cultura de Paz
CRUCE DE CAMINOS. SEÑALES EN LA VÍA
Amor se escribe con A: atención, aceptación, aprecio, afecto y admisión.
El amor verdadero surge cuando soy capaz de incluirme sin extraviarme en
el nosotros. El amor requiere eros (deseo, pasión), philia (amistad) y ágape
(ternura).
La compasión refleja el anhelo del corazón de fundirse con el otro y
solidarizarse con su sufrimiento. La compasión es la respuesta espontánea
del amor; la lástima, el reflejo involuntario del miedo.
El culto que se le rinde a nuestra personalidad y ese cuidado desmedido de
nuestros intereses y nuestra seguridad, no permite muchas veces que haya
coherencia en nuestras actuaciones.
Nadie puede alimentarse sólo de amor por sí mismo. Ni el más voraz de los
caníbales se auto-devora. Narciso, enamorado de su propia imagen, acabó
por ahogarse al tratar de atraparla.
Sentimos el amor y la bondad al ejercer nuestro oficio de ser guardianes de la
esperanza y remontar los abisales confines y las insondables profundidades
de la condición humana.
Allá donde parece que toda dicha murió en días oscuros llenos de silencios y
miedos, allá precisamente nos queda un solo recurso: el amor que sentimos
por nosotros mismos.
Todo depende de nuestro amor, de nuestro silencio, de nuestra paz, de
nuestra meditación y de estar despiertos y alertas para no caer en la trampa
de los intereses creados.
El ideal de la perfección convertido en obsesión nos suele plantear un
dilema: “¿valdrá la pena tanto esfuerzo? ¿Para qué empezar? Seguramente
fracasaré”.
Este es un enigmático postulado del Psicoanálisis expresado por Platón en
“El Banquete y por Jacques Lacan: “amar es dar lo que no se tiene a quien
no es”.
Una frase antigua, apócrifa y bella: “El amor nos infunde fe en la inmortalidad
porque la vida nos parece insuficiente para albergar un sentimiento tan
grande”.
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