libro voces de la otredad

Las voces de la Otredad
aquello que discutimos o escuchamos. Por eso, un guerrero prefiere actuar
y no pierde su tiempo en conversaciones inútiles. A través de la acción, él
descubre el significado de lo que sucede en su vida diaria y toma decisiones
creativas y originales.
Hay que abandonar cualquier idea preconcebida sobre lo que somos. El yo
es simplemente eso: una idea. El brujo la ve venir y se hace a un lado, porque
sabe que sólo desde lo impersonal es posible el juego… Sentirse importante
lo hace a uno, pesado, torpe y vano. Para ser un hombre de conocimiento
uno necesita ser ligero y fluido… ¿Qué sentido tiene conocer cosas inútiles?
Eso no nos prepara para nuestro inevitable encuentro con lo desconocido…
Por temible que sea el aprendizaje, es más terrible la idea de un hombre
sin conocimiento… Somos seres mágicos, capaces de cosas insospechadas si
suspendemos el juicio y conseguimos el silencio.
Ocuparse demasiado de uno mismo produce una inmensa fatiga. Un hombre
en esa posición está ciego y sordo a todo lo demás. La fatiga misma le impide
ver las maravillas que lo rodean…Tarde o temprano, todos tendremos que
encarar el infinito. Cuando el guerrero avanza lo suficiente en su camino,
llega un momento en que la tierra, a la que el guerrero ama por encima de
todo, lo deja libre. Entonces, el guerrero que ha explorado hasta el límite
las infinitas posibilidades de la conciencia humana, se embarca en un viaje
definitivo y cruza el umbral de la libertad.
Cuando uno no tiene nada que perder, se vuelve valiente. Somos temerosos
mientras nos queda algo a que aferrarnos… El objetivo es salirse del mundo
vivo con todo lo que uno es, pero con nada más… Tener miedo es una cosa,
dejar que se apodere de uno y lo zarandee es otra. El miedo es el primer
enemigo natural del hombre en el camino del saber: terrible, traicionero
y enredado como los cardos, se queda oculto en cada recodo del camino,
acechando, esperando. Y si el hombre, aterrado con su presencia, echa a
correr, su enemigo habrá puesto fin a su búsqueda.
Uno no debe correr, debe desafiar su miedo y, pese a él, debe dar el siguiente
paso en su aprendizaje, y el siguiente, y el siguiente… Debe estar lleno de
miedo, pero no debe detenerse. ¡Esa es la regla! Y llega un momento en que
su primer enemigo se retira. El hombre empieza a sentirse seguro de sí. Su
propósito se fortalece. Aprender no es ya una tarea aterradora.
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