libro voces de la otredad

Las voces de la Otredad
Nevada, de la Alta Guajira, del Chocó, casi medio país, siguen muriendo
sumidos en la miseria, la desnutrición y el abandono. Todos recordamos
aquellos grafitis pintados en las paredes vergonzosas de nuestra memoria:
La justicia es como las víboras: sólo muerde los pies descalzos... La justicia
es gratuita, lo que cuesta son los medios para llegar a ella.
Cuán lejos estamos de aquellas definiciones de justicia que la humanidad
con tanto celo guardó en su cofre de utopías: “Iustitia omnium est domina
et Regina virtutum” (“La justicia es reina y señora de todas las virtudes”)...
“Cedant arma togae” (“Que las armas cedan ante la toga”), afirmaba Cicerón
en su libro “De Officiis. “Iustitia est constant et perpetua voluntas ius suum
cuique tribuens” (“Justicia es la perpetua y constante voluntad de dar a cada
uno su derecho”) lo resaltaba el “Digesto” (lib. I, tit. I, ley 10).
“La justicia se estaba en sus propios términos, sin que la osasen turbar ni
ofender los del favor y los del interés, que tanto ahora la menoscaban, turban
y persiguen”, es la descripción que hace Don Quijote de aquella ciega inerme.
Antonio Maura, el insigne estadista español afirmaba en un discurso de 1917
que “es la última de las vilezas consentir que en la nación no haya justicia
alguna”. Escuchamos cierta vez una locuaz disertación sobre la paz. Se
decía, por ejemplo, que el verde era el color de la naturaleza, la fertilidad y el
cambio y que este aquí y este ahora era el momento de la crítica propositiva,
de la reflexión y de la acción para la esperanza.
Un punto de llegada para la construcción de los vínculos sociales y la
apertura de espacios vitales personales y colectivos. Un verde cifrado en
la confianza de que habrá verdad y justicia, de que se repararán los daños
causados por la guerra contra la población civil y de que Colombia saldrá de
la barbarie. La paz entonces, se concibió no como una simple ausencia de
guerra, no se redujo al solo equilibrio de fuerzas contrarias, ni nació en los
crueles condominios del despotismo y la opresión, sino, por el contrario, con
racionalidad, vivencialidad y propiedad, se definió como un componente
vital de la justicia.
En otra ocasión leíamos a Arturo Delgado Flórez. Decía en aquel memorable
texto que todos queremos la paz... El dueño del mundo quiere la paz pero
obtiene grandes ganancias con el negocio de las armas y usa la guerra
arrogantemente para mantener su poderío... El gobierno quiere la paz pero
122