libro voces de la otredad

Pedagogía del Conflicto y Cultura de Paz
A veces creemos que frente a los problemas de violencia en el aula y por
fuera de ella, la solución está en evitar tomar partido, asumir actitudes
higiénicas, negar el conflicto o sublimarlo. Tenemos que educar aún contra
esas circunstancias odiosas y adversas. No podemos esperar que el mundo
sea bueno para formar en la convivencialidad, la tolerancia y la solidaridad.
Hay que formar en principios y valores para ser cada vez mejores en un
mundo reacio al crecimiento moral y espiritual de los seres humanos y, a
través del esfuerzo cotidiano, transformarlo, hacerlo más aceptable, más
humano.
Cuando no tomamos conciencia de nuestros conflictos e intentamos resolver
nuestras contradicciones de cualquier manera, la realidad se encargará de
representar ante nosotros ese mundo conflictivo. El mayor logro no consistirá
en superar de forma rápida y mágica nuestros conflictos, sino en aprender
a aceptar la crisis conflictiva como parte necesaria de nuestro crecimiento;
adquirir las herramientas necesarias para atravesarla y vivirla como un
proceso necesario y enriquecedor para nuestro desarrollo como individuos, y
poder así, aceptar e integrar sus aspectos luminosos y oscuros para tornarnos
en seres coherentes y maduros.
La mirada que tenemos sobre nosotros mismos es el punto de partida de
nuestro desenvolvimiento en la vida. No hay un solo ser humano que no
tenga una idea valórica de sí mismo. La autoestima es lo que pensamos de
nosotros mismos, cómo nos sentimos con nosotros mismos y cómo aplicamos
a nuestra vida las lecciones que aprendemos de nuestro mundo convivencial.
Creemos que la madurez llega sólo mediante hondas y cruentas fricciones,
intensos conflictos, constantes combates dentro y fuera de nosotros mismos.
Una de las tareas que debemos emprender, es aprender a desarrollar nuestra
capacidad de respetar la diferencia, de aceptar la diversidad y la pluralidad,
de sabernos deliciosamente diferentes, capaces de optar por la construcción
de singularidades divergentes, de vivir en el conflicto y la contradicción como
seres trascendentes. “Se le ha enseñado muy poco a nuestros estudiantes
sobre el autodominio y aún menos, sobre el arte de la convivencia”, afirma
el historiador hispanista inglés Hugh Thomas (1931).
Debemos reconocer como un hecho innegable que la convivencia, como
un escenario de reconocimiento de lo que somos y son los demás, es algo
más que un agregado demográfico y espacio-temporal de seres anónimos y
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