libro voces de la otredad

Las voces de la Otredad
danza de los sueños en el cuaderno de dibujo, grabó con sus crayolas todo su
mágico esplendor. Te llamo mujer en el afable recuerdo de la longeva maestra
de aquel pueblo que nos enseñó con inocentes poemas, a través de juegos y
rondas infantiles, a atrapar con risas y canciones las gráciles mariposas de la
edad primera.
V
Mujer, te llamo desde las murallas en donde el precepto encerró los locos
deseos de la pubertad lejana; desde los quiméricos jardines que con ardentía
cultivó mi adolescencia infatigable y soñadora; desde las inciertas riberas a
donde fui arrojado por las frenéticas y turbulentas olas del amor y el deseo.
Te llamo mujer con la voz desafinada de aquel muchacho que no encontró
respuesta a las trepidantes y confusas preguntas que se perdían en la noche
voluptuosa, bella cómplice de los goces imaginarios juveniles.
VI
Mujer, te llamo desde el abismo inescrutable, recinto profundo donde habitan
mis silenciosos secretos; desde el vasto territorio de la ilusión por donde
vuelve a correr el nebuloso niño aquel, que ávido de libertad desconoce los
peligros, las trampas vitales de la muerte que sigilosa lo avizora. Te llamo
mujer para que llenes de señales el sendero de lo ignoto y orientes mis pasos
peregrinos por las rutas agrestes y sinuosas que transito; necesito las huellas
de tus pasos para seguirte y así, algún día, descansar en tu regazo.
VII
Mujer, te llamo desde el burdel donde quedaron atrapados tu cuerpo y mi
inocencia, tu malicioso candor y la mirada febril de mis inquietos ojos; desde
la bohemia, refugio etílico que hospedó mis penas, apaciguó mis ansias y
avivó la llama perenne del virginal deseo. Te llamo mujer, jubilosa hetaira
que consagró mis ardientes noches; oropéndola que sufriendo canta, ave
que desde la nocturna estancia, entona con su dulce trino canciones que
adormecen la selva oscura de nuestras tórridas pasiones.
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