libro voces de la otredad

Pedagogía del Conflicto y Cultura de Paz
nacieron genéticamente programados para tal cometido, como lo dejan
entrever ciertos postulados constructivistas.
Hay una separación entre el marco conceptual, a nivel de fines y objetivos
de la educación y el marco operacional por falta de un aspecto significativo
(hilos conductores) que enlace y establezca criterios coherentes que permitan
su traducción a planes de estudio y su ulterior implementación en la misma
aula de clase. Muchos autores plantean innovaciones a través de críticas a los
sistemas educativos; sin embargo, no se sabe cómo introducir modificaciones
y en dónde introducirlas.
Se habla de factores, fundamentos y aspectos determinantes que encauzan
el diseño curricular en sus diferentes etapas, pero no se establecen criterios
para su análisis. Generalmente el nivel hacia el cual se orienta un diseño
curricular genera una conceptualización errátil y diferente.
Se encuentran y se dan excelentes dictadores de clases, excelsos catedráticos
“magistrales”, buenos expositores, comunicadores impecables, exponentes
del viejo dualismo emisor-receptor, pero no pedagogos, es decir, formadores
de una estructura de conciencia moderna y científica, civilista y democrática,
divulgadores de un movimiento insurgente que levanta el estandarte del
desaprendizaje y la iconoclastia.
La formación ética, la disciplina de trabajo, la seriedad, el compromiso, la
capacidad de argumentación y de debate, La capacidad crítica y creativa,
la lectura comprensiva, la apreciación artística, son metas que difícilmente
se logran en los procesos curriculares que actualmente se adelantan en las
instituciones educativas. Hay un currículo ideal, un currículo prescrito y
otro proscrito. Los programas se convierten en una parte determinante del
currículo.
Es cuando se comienza a distinguir entre el programa que aparece en la
propuesta del Ministerio (el ideal, el real, el verdadero), y el que aparece en
el programa y en la parcelación del maestro (el irreal, fementido y falso),
desglosado en forma tripartita: un programa como en realidad se enseña en
las clases, otro como en realidad lo aprenden los estudiantes y el otro como
aparece en las evaluaciones. Faltaría hablar del otro: el proscrito que forma
parte de la utopía solitaria y pedagógica del maestro disidente.
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