libro voces de la otredad

Las voces de la Otredad
escenarios donde se entrecruzan intereses económicos y geopolíticos. Parte
de una definición del militar prusiano Karl von Clausewitz: “La guerra es
un acto de violencia encaminado a someter a la fuerza al adversario” y nos
invita a reformular su célebre aforismo: “La política es la continuación de la
guerra por otros medios”. (“La guerra es idéntica a nuestra sombra: nunca
nos abandona aunque en algunas ocasiones se oculte entre las tinieblas que
nacen del optimismo onírico de un mundo perfecto”).
Hace 50 años, los esposos estadounidenses Will y Ariel Durant,
en su voluminosa obra, hicieron un recuento de las guerras ocurridas a lo
largo de 35 siglos de la “Historia de la civilización” y descubrieron que
sólo durante 268 años no se presentaron conflictos armados en el mundo.
Visiones proféticas auguradoras de paz, bonanza y libertad en siglos pasados
(Priestley, Kant, Montesquieu y Paine), terminaron convirtiéndose en
oberturas que anunciaban una frenética orquestación bélica. Los presagios
de una paz duradera luego se convirtieron en cruentos manifiestos de guerra
patentizados en más de 50 conflictos bélicos ocurridos desde las Conferencias
de Potsdam, Yalta y San Francisco (1945), sepultureras de la II Guerra
Mundial.
Después del foro, Lipovetsky fue interpelado por un periodista del
“Espectador”. Resaltaremos dos interpelantes afirmaciones del pensador
francés: “Debemos fortalecer los aspectos urbanos que posibilitan a sus
ciudadanos ser más que simples consumidores (…). Debemos ayudar a que
las personas se valoren (…). Una ciudad inteligente no es únicamente aquella
que pone a disposición de todos una Tablet e internet, sino aquella que se
preocupa por el bienestar de las personas”.
La violencia y todo lo que ella engendra, dolor y desolación, se evidencia a través del
autoritarismo y la esterilidad de la certeza que proscribieron la liberalidad de la duda
y la fecundidad de la incertidumbre.
“¿Por qué construyen aviones cada vez más grandes, bombas cada vez más potentes,
(…) se destinan a diario miles de millones para la guerra y no se reserva ni un
céntimo para la medicina, los artistas y los pobres? ¿Por qué la gente tiene que
pasar hambre cuando en otras partes del mundo hay comida en abundancia y
pudriéndose? ¡Dios mío! ¿Por qué el hombre es tan estúpido?”.
Diario de Ana Frank, 1944.
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