libro voces de la otredad

Pedagogía del Conflicto y Cultura de Paz
De manera cíclica y rutinaria, en ladrilludas y adocenadas mazmorras de
cemento y hormigón, unos docentes bien aconductados transmiten a una
masa informe y distraída de estudiantes, perdidos en sus “nubes” mediáticas,
verdades pletóricas de estulticia y vaciedad que algún día aprendieron de sus
otrora acuciosos maestros. Es bien conocida aquella advertencia magisterial:
“si no te portas bien le diré a tus padres que tienes talento”.
Se volvió tarea glamurosa e impostergable, convertir lo educativo en tema
prioritario de cualquier “agenda pública”. Hasta hace poco era una frase de
cliché, propia del manierismo político, esa afirmación axiomática la cual
rezaba, a pie juntillas, que la educación era una variable determinante en
toda ecuación de cambio y desarrollo social. Las formaciones económicopolíticas
más desarrolladas (más allá del arquetipo PISA), corresponden a
modelos y proyectos macro-políticos en donde debe prevalece una educación
con altos índices de calidad, cobertura, eficiencia y pertinencia, signada por
criterios universalistas y democráticos, sin exclusivismos ni favoritismos.
La ignorancia, no el analfabetismo, es la principal causa de toda calamidad
nacional.
Se ha definido la educación como una forma de conciencia a través de la
cual se impone a unos individuos una ideología determinada compuesta por
paradigmas, reglas, tradiciones, prácticas y saberes. Una educación eficiente y
cualificada enseña a sus estudiantes a prescindir de su maestro y a reconocer el
valor tutorial de lo diferente, lo plural y lo diverso. La educación es, ante todo,
una práctica creativa y libertaria que lucha contra ese absurdo maniqueísmo
que convirtió las aulas en escenarios de culposidades esquizoides y redujo
el acto didáctico-pedagógico, con sus tediosas monsergas curriculares y sus
odiosos indicadores de logros, “al simple ejercicio de cuatro operaciones:
sentarse, oír, memorizar y repetir” (Estanislao Zuleta).
Nuestro sistema educativo con su nefanda trama y urdimbre de odiosos
dilemas éticos e imperativos categóricos trogloditas y canibalescos, ha
sido diseñado sobre criterios autoritarios de certeza y predecibilidad, una
lógica malsana y anacrónica que antagoniza con el pensamiento crítico,
la innovación y la creatividad. Vemos a unos estudiantes confinados en
unos “gulags” escolarizados mal llamados centros educativos, perplejos y
asustadizos ante una realidad que a diario los interpela. Ese stablishment
oferta en su canasta educativa, unos elíxires que les “ayudan” a olvidar
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