libro voces de la otredad

Pedagogía del Conflicto y Cultura de Paz
UNA EXPEDICIÓN AL MUNDO DE LAS SOMBRAS
El fantástico mundo del inconsciente (“el ello”) fue explorado por Sigmund
Freud, ese lugar donde se encuentran confinados instintos, necesidades
insatisfechas, recuerdos, pulsiones y deseos reprimidos. En el “super yo”
se agolpan todos aquellos aspectos recibidos de la cultura y la familia que
actúan a manera de jueces implacables que nos obligan a reprimir lo que
se considera una amenaza. El yo, consciente y mediador, nos conecta con
nuestra realidad inmediata y nos adapta a ella. El tema que nos ocupa hace
referencia al luminoso rostro de “la sombra”.
Con el psiquiatra suizo Carlos Gustavo Jung, diremos que nuestro mundo
interior es esa extensión ilimitada llena de inaudita indeterminación donde
lo incomprensible es lo único que tiene significación: “(…) no es ni un arriba
ni un abajo, ni un aquí ni un allí, algo ni mío ni tuyo, ni bueno ni malo”.
En ese territorio ancho y ajeno de nuestra psiquis se libra desde el comienzo
de los tiempos una batalla entre el yo consciente y el “otro yo”, un agente
antagónico signado por rasgos y actitudes que lo convierten en un “ser”
proscrito, maldito… esa es “la sombra”.
Definida por los estudiosos del comportamiento como ese complejo
espectral instintivo, intuitivo, imaginario y valórico, la sombra forma
parte integral de ese inventario racio-emocional, latente e individual, ese
kárdex perceptivo universal y heredado (“inconsciente colectivo”) que
desencadena fenomenologías actitudinales relativizadas por patrones
históricos y condiciones socioculturales. A pesar de su intrincada y trágica
contingencialidad, la sombra es ese lugar especial donde la imaginación y su
cortejo de fantasías y utopías, encuentran refugio y solaz.
En un mundo colmado de realismos mágicos, la sombra es parte esencial
de la condición humana: aun desconociéndola o rechazándola, toma forma
y vida en cada ser humano. La sombra, definida como “ese lado oscuro
del alma”, es una puerta angosta que nos conduce a través de su penosa
estrechez a una angustiosa incertidumbre de la cual nos apartamos, o mejor,
nos escapamos entre rezongueos y medrosos reproches. Bajo la máscara de
nuestro Yo consciente descansan ocultos todo tipo de emociones y conductas
“extrañas” y por ende, proscritas (rabia, celos, envidia, mentira, vergüenza,
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