libro voces de la otredad

Pedagogía del Conflicto y Cultura de Paz
Es hora de reconocer nuestro mestizaje pero en un sentido progresista
e histórico. Nadie niega nuestros orígenes, nuestro pasado y aún nuestro
presente como seres violentados, objetivados, castrados culturalmente,
hijos de la agresión y la violencia, esquilmados, colonizados, explotados y
desconocidos.
La identidad cultural de un pueblo no se levanta sobre el “snob” y el
figuracionismo, sobre una práctica imitativa y reflexológica del esquema
cultural transnacional y colonizante. Es hora de, a partir de un inventario
paciente y no veleidoso, honrado y subjetivo-objetivo, comenzar a desbrozar
el camino abriendo nuevas rutas teóricas y prácticas que nos permitan poder
cumplir con nuestra misión ontológica y alterativa como hombres libres y
como seres con futuro. Seguir quejándonos del desprecio metropolitano
y seguir insistiendo en el orondo desconocimiento del centro, es asumir
nuestro quehacer cultural más como una tragedia que como un programa.
Muchas de nuestras manifestaciones folclóricas revelan no sólo un afán de
afirmación, de reconocimiento humano; muestran también la capacidad
de nuestras gentes de hacer cultura, de tener unas formas auténticas de
interpretar la realidad social que viven diariamente, formas que han sido
desdeñadas por su aparente sencillez y simplicidad cuando se miran a través
de la óptica tecnocrática y eurocentrista. Muchas de nuestras manifestaciones
folclóricas han resistido el impulso avasallante de una cultura de masas
alienante y cosificadora. Es allí donde debemos valorar estas manifestaciones,
reconociéndonos y afirmándonos en ellas.
El proyecto consistente el forjar la identidad cultural del ser latinoamericano
es ambicioso y prometedor, pero se tornaría quimérico si pretendiésemos
decir que sólo lo lograremos cuando haya desaparecido para siempre la
opresión y cuando el hombre y la mujer alcancen su plena humanización.
Plantear la discusión en estos términos es caer en un idealismo de carácter
historicista. Los hombres y las mujeres son los forjadores de su propia historia
y la historia nos ha mostrado cuáles han sido sus condiciones como esclavos
o como hombres libres, cuáles han sido sus luchas y esperanzas.
América Latina debe volver la mirada a sus condiciones de vida con el fin
de construir una nueva historia donde se reivindique la condición del ser
humano como ser libre; una nueva historia que implicará desgarramientos
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