libro voces de la otredad

Pedagogía del Conflicto y Cultura de Paz
SOMBRAS Y RESPLANDORES PACIFISTAS
Hace 25 siglos, el historiador griego Herodoto nos dejaba esta sabia
lección: “Ningún hombre es tan tonto para desear la guerra y no la paz: en
la paz los hijos llevan a los padres a sus tumbas y en la guerra son los padres
quienes llevan los hijos a sus tumbas”. Mucho tiempo antes, un escriba dejaba
inscrita su plegaria mural en un milenario templo egipcio: “Oramos por la
vida y por la gracia. Que la ceguera se nos aparte de día; que la impotencia
se nos aleje de noche; que conozcamos la dicha de servirle a nuestra gente y
que lo plantado produzca fruto… Que la paz impere en el mundo y que la
prosperidad reine en nuestro país”.
Un viejo canon pitagórico sentenciaba que mientras sigamos
masacrando, torturando o humillando a esos, nuestros hermanos que
llamamos “inferiores”, seguirá reinando la guerra y el sufrimiento. “Aquel
que siembra dolor y muerte no podrá cosechar ni alegría, ni paz, ni amor…
Hasta que no extendamos nuestro círculo de compasión a todos los seres
vivos de la tierra, la humanidad no hallará la paz”, concluía el viejo precepto.
Un aforismo griego de la misma época rezaba que la guerra era algo malo
porque engendraba más hombres pérfidos que aquellos que mataba… Platón
concluía: “Sólo los muertos han visto el fin de la guerra”.
Voltaire en su “Diccionario Filosófico” observaba lo curiosa que
era la guerra: “cada jefe de asesinos hace bendecir sus banderas e invoca
solemnemente a Dios antes de lanzarse a exterminar a su prójimo”. Un
contemporáneo suyo, Erasmo de Rotterdam, nos dejaba una aleccionadora
reflexión: “Una paz desventajosa es mejor que una guerra justa”. Alguien
nos recordaba que la cruz esvástica que significa “estar bien” y que los nazis
identificaron con la guerra y la muerte, había sido mucho antes un símbolo
de vida y bienestar entre budistas, celtas, mochicas y cunas.
La escultura de un revólver calibre 45 “con el cañón anudado”,
homenaje in memoriam del artista sueco Carl Fredrik Reutersward a John
Lennon, ubicada en un jardín del edificio de la ONU en New York, fue
donada por el gobierno de Luxemburgo en 1988. En un corredor cercano se
encuentra una frase del escritor alemán Heinrich Heine: “No hay nada más
silencioso que un cañón cargado”. Muy lejos de allí, en la Sierra Nevada,
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