libro voces de la otredad

Las voces de la Otredad
Este marco praxiológico nos permite hacer algunas consideraciones sobre el
papel necrótico de nuestro sistema educativo, cuadro profiláctico descriptor
de todos los males que aquejan a la sociedad, su abuela desalmada y, por ende,
a la desfalleciente escuela. Ésta, sobrecargada cual yegua percherona, con
tareas prometeicas (Prometeo es el símbolo occidental de la responsabilidad
y la culpa) tales como preparar académica y laboralmente, universalizar la
cultura y formar para el ejercicio ciudadano, termina siendo condenada
como el mítico Sísifo, a llevar sobre sus hombros el gravoso y absurdo peso
de la entropía social.
El fétido olor que se siente en su contorno la ha convertido en un lugar séptico
y peligroso: microtráfico, drogadicción prostitución, violencia, matoneo,
pandillismo y delincuencia juvenil. Al culparla de la endémica propagación
de muchos males sociales, se ha olvidado que los vientos huracanados de
intolerancia e insolidaridad que soplan sobre la institución escolar provienen
del conflictivo medio sociocultural que los incubó. Aun así y a pesar de sus
agudos problemas, algunos pedagogos afirman que la escuela sobrevivirá
como un mal necesario. Sostienen, además, que si la escuela no existiera, al
igual que otras instituciones pentacentenarias tales como cárceles, cuarteles,
monasterios y manicomios, habría que inventarla.
Miopía irreflexiva, acrítica y dispropositiva en materia de imaginarios
alternativos sobre civilidad, seguridad ciudadana y resolución de conflictos;
inexistencia de pragmáticas que aborden integralmente asuntos relacionados
con derechos humanos, paz y convivencia, cultura de la legalidad y justicia
restaurativa; desconfianza hacia la actuación incoherente, corrupta, fascista,
burocrática y deslegitimadora del Estado; carencia de una cultura familiar
asuntiva y preventiva, fundamento de una convivencia sana; prevalencia
del machismo, maltrato intrafamiliar y relaciones patriarcales; dificultades
de acceso a una educación con calidad (extraedad, desescolarización,
repitencia y deserción); falta de oportunidades y estímulos para formar y
capacitar técnica, tecnológica y/o profesionalmente… Todo ello impide que
niños (as), jóvenes y adultos conviertan sus experiencias educativas en una
actividad productiva, formativa, dignificante y feliz.
La escuela sobrevive porque está anclada al poder político y apalancada por
éste, como una institución burocratizada que intenta justificar, difundir y
perpetuar formas de dominación socio-económica, enajenación cultural y
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