libro voces de la otredad

Pedagogía del Conflicto y Cultura de Paz
Estos pueblos vieron sus milenarias civilizaciones interrumpidas en su
evolución por la intervención europea que situó bruscamente al contienente
negro, como sucedió con nuestra América en los marcos rígidos coloniales
de la historia moderna. ¿El saqueo de sus materias primas y de sus metales
preciosos no es acaso parecida al saqueo nuestro? ¿El vergonzoso comercio
de esclavos y la segregación racial acaso no la vivieron nuestros pueblos?
¿La partición del ponqué geopolítico de los dos continentes no es similar a
nuestra situación cuando parecemos una estrella más en el flamante pabellón
imperialista? La lejanía de nuestros países no hace que nuestras luchas e
ideales sean lejanos y distantes también. Bien lo dicen nuestros historiadores
cuando hablan de la hermandad de nuestros pueblos, una unidad lograda
a través de una historia común y cuyos orígenes se remontan al mismo
amanecer del Capitalismo.
Decir que el proyecto de un filosofar auténticamente latinoamericano “se
ha cumplido” es un poco atrevido. Esto tampoco quiere decir que no hemos
avanzado en el desarrollo de dicho proyecto. Es cierto: la producción de
obras en español ha aumentado prodigiosamente en cantidad y calidad; es
cierto que muchos intelectuales no entienden la autenticidad de la misma
manera: unos consideran que ser auténtico es contribuir al desarrollo de la
filosofía universal y otros piensan que la autenticidad radica en pensar los
grandes problemas de la filosofía desde nuestra propia realidad... pero aún la
discusión continúa y perturba el sueño de nuestros intelectuales.
Nadie niega la irrupción en el ámbito filosófico internacional de
individualidades que han desarrollado puntos de vista críticos, contundentes,
demoledores frente a determinadas corrientes filosóficas, pero aún falta
más madurez en nuestro filosofar que nos lleve a plantear y defender no
solamente la posibilidad de una filosofía en perspectiva latinoamericana, sino
la existencia plena y segura de una filosofía con una totalidad de sentido. En
Colombia, por ejemplo, nadie puede negar las contribuciones al desarrollo
del pensamiento filosófico tales como Cayetano Betancourt, Abel Naranjo
Villegas, Luis Eduardo Nieto Arteta, Jaime Jaramillo Uribe, Danilo Cruz
Vélez, Rafael Carrillo, Nicolás Gómez Dávila, etc.
Un filosofar desde lo americano tendría su razón de ser en el sentido de que
él nos permitirá trazar una metodología que nos libere de la dependencia,
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