libro voces de la otredad

Pedagogía del Conflicto y Cultura de Paz
los jóvenes. Es necesario construir una nueva escuela, más comprometida
con la realidad de la familia, de la comunidad, de la sociedad y del Estado,
que propicie la búsqueda de nuevas formas de relación, de diálogos
de género e intergeneracionales entre los diferentes integrantes de la
comunidad educativa. Un lugar en donde, además de permitir la voz del
otro, la democracia sea un proyecto educativo de construcción colectiva y
una práctica testimonial cotidiana.
Hoy día y desde los remotos avatares ciudadanos en las polis griegas y en las
cívitas romanas, se hace política. Pero esa política tradicional fue rebasada
por nuevos espacios y nuevos actores que le disputaban el ejercicio de la
política a los llamados políticos tradicionales: un nuevo contexto que ofrece
la posibilidad de construir nuevas relaciones de poder. Diego Palma (“La
Construcción de Prometeo”) sostiene que “Hacen política e impulsan
democracia las mujeres que presionan por una distinta división sexual
de roles; hacen política las organizaciones populares cuando trabajan en
solidaridad y cooperación en lugar de la competencia canibalística que nos
impone el pensamiento neoliberal; la hacen los grupos de derechos humanos,
no sólo porque molestan a los gobiernos, sino porque viabilizan nuevas
relaciones entre los que pueden y los que no pueden”.
Verónica Edwards, la directora del Programa Interdisciplinario de
Investigaciones en Educación PIIE, en Chile, considera que “no es posible
afianzar la democracia en nuestros países si no formamos a través de un
proceso educativo intencionado, al sujeto de derecho. Sujeto que se construye
en una escuela que es capaz de reconocerlo como sujeto de aprendizaje desde
la perspectiva de la dignidad humana”.
En su obra “Hacia una Cultura Escolar Democrática”, Ricardo Sánchez y
José Arnulfo Bayona reiteran que ni la educación, ni la escuela, pueden por
sí mismas, producir las transformaciones que el propio sistema sociocultural
niega. Sin embargo, dichas transformaciones no son posibles sin la
educación. En este sentido, la escuela sí puede generar actitudes, ayudar a
desatar procesos y colaborar en la formación de una cultura del trabajo, la
política y el aprendizaje, que propicie las transformaciones necesarias en el
sistema social.
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