libro voces de la otredad

Pedagogía del Conflicto y Cultura de Paz
LOS DILEMAS DE ALBERT EINSTEIN
Al conmemorarse el centenario de la Teoría de la Relatividad (XII-02-1915),
el mundo no ha puesto los ojos -como algunos han creído-, en un científico
excéntrico y apolítico, pletórico de errores y truculencias; un personaje más
en la frívola galería de la cultura pop; un gracioso ícono de la sociedad de
consumo como quizás lo fueron Marylin Monroe o las historietas de Walt
Disney. El pensamiento crítico del siglo XXI reivindica la figura humanista
e integral de Albert Einstein más allá del anciano arlequinesco, despistado y
bonachón que describen algunos biógrafos de marras.
El eximio miembro de la Academia Prusiana de Ciencias se convirtió, contra
el querer de sus colegas, en activista de la lucha en pro de la paz mundial
y denunció, a su vez, la belicosa histeria patriotera que se desencadenó en
Europa al estallar la Primera Guerra Mundial. Allí nace su primer manifiesto
pacifista (“Llamamiento a los europeos”) y algunas frases lapidarias: “El
nacionalismo es el sarampión de la humanidad… Es difícil reconciliarse con
el hecho de saberse perteneciente a una especie idiota y corrompida que se
jacta de su libre albedrío”.
Su optimismo frente a la nueva república de Weimar surgida de los rescoldos
de la I Guerra Mundial, duró poco al igual que su paso fugaz como asesor
cultural de la Liga de las Naciones. Comienza así, la oprobiosa persecución
antisemita y ultranacionalista; una vida de paria y ese incomprendido exilio
interior que sólo se dejaba reflejar en “una elusiva y ligera sonrisa y unos ojos
que quedaban vacíos y sin luz como los de un ciego” (Antonia Vallentin,
biógrafa y amiga). Lo peor estaría por llegar: después del Manifiesto de
Berlín de 1932 que firma al lado del escritor Heinrich Mann y donde se
presagia la llegada del nazi-fascismo, el régimen hitleriano, una vez en el
poder, lo declara objetivo militar.
Vendrá un breve refugio en Bélgica; la renuncia a su amada Academia; la
llegada al Instituto de Estudios Avanzados de Princeton (1933) y, siete años
después, una comprometedora ciudadanía estadounidense. Su estrategia antiintervencionista
en la guerra civil española que sólo buscaba frenar el ímpetu
de las falanges franquistas, fue incomprendida por Ortega y Gasset y los
intelectuales republicanos, al igual que las cartas enviadas a Roosevelt donde
51