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Joaquín Trincado<br />

cubriendo la necesidad de la reencarnación del espíritu, para el progreso<br />

material y espiritual.<br />

La promesa que había que hacerle a la humanidad de la venida del<br />

Espíritu de Verdad, sería de gran escándalo a los sacerdotes, ya que no eran<br />

ellos los que lo prometían y esto era despertar en el pueblo la primer sospecha<br />

de la falsedad de la religión y de la mentira del ministerio divino de los<br />

sacerdotes y de los reyes.<br />

Esto levantaría las iras de los sacerdotes, los que exigirían al poder<br />

civil la represión y la muerte de tales revolucionarios.<br />

La ley no puede equivocarse, ni ser transferida, cuando la esfera y su<br />

fiel marca el segundo de cada evolución que debe obrarse.<br />

En los consejos del creador, que los forman los espíritus maestros<br />

de la creación, se toman las medidas con el tiempo justo y descienden y<br />

encarnan tres espíritus misioneros: 1°) El fuerte Elías que es Juan; 2°) El<br />

obediente Isaac y sabio Antulio, asesinado en Grecia, que es Jesús; y 3°) El<br />

legislador Shet, que fue Jacob, Moisés y Sócrates y es el hermano menor<br />

de Jesús, que tuvo que dirigir el apostolado de su hermano siendo Jaime o<br />

Santiago apóstol de España.<br />

Si Juan podía decirlo todo, los otros pasarían desapercibidos, aunque<br />

dando luz; si Juan cae, lo heredará y continuará Jesús; y si éste también cae,<br />

asumirá el cargo de los dos, Jaime; pero unos serían testigos y ayuda del otro.<br />

Todo hizo falta; pero todo lo que debía hacerse se hizo. La filosofía<br />

del Maestro Espíritu de Verdad fue previsora: y aún para último y extremo<br />

remedio, también él toma cuerpo y era un Juez que oyó desde el primer día<br />

las prédicas de Juan y Jesús.<br />

Sacar la consecuencia lógica del valor de esas misiones, ante ese<br />

despliegue de Medidas.<br />

Nos vemos precisados a dejar a Juan predicando y dando abluciones<br />

en el Jordán, donde lo temen por su rigor profético, cuyo temor le arranca<br />

este terrible apóstrofe: ¿quién os enseñó a temer, que no os enseñó a amar,<br />

Raza de víboras?<br />

Dejémoslo aquí hasta que llegue Jesús a este punto.<br />

2°) Jesús de Nazaret.<br />

Todo el cielo fantástico creado a este hombre, se desploma con un<br />

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