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Joaquín Trincado<br />

a las preguntas del párrafo 2° del capítulo IV? Y terminamos preguntando:<br />

¿bajo qué forma <strong>racional</strong> y con qué principios humanos y naturales, ni con<br />

qué juicio filosófico puede sentar nadie que la religión sea el sentido moral<br />

humano? Pero hay una última frase que confiesa que la religión todo lo<br />

retrograda y mistifica. «La religión convierte en instinto el sentido moral».<br />

Veamos.<br />

«Instinto: estímulo o impulso natural, que precede a la razón». La<br />

moral se manifiesta únicamente en la conducta del hombre, cuya conducta<br />

será por fuerza el producto del raciocinio. Luego, la moral es el fruto de<br />

todas las evoluciones de los instintos y, aun del espíritu. ¿cómo, pues, puede<br />

la religión retrotraer el sentido moral al remotísimo tiempo evolutivo que<br />

representa el instinto?... ¡Ah! ... ¡Ya vemos la incógnita!, convirtiendo al<br />

hombre en bestia. Levántate... ¡oh, Demócrito, y... ríe para siempre, tú que<br />

sabías hacerlo! Nosotros... No lloramos, pero tampoco reímos, porque todo<br />

esto es mucho más serio que las niñerías que te hacían reír a ti. Tú, sólo veías<br />

locuras. Nosotros hemos descubierto maldades incalculables, a las que hay<br />

que descubrir y amputar del cuerpo humanidad.<br />

Sigamos el curso.<br />

4º- Deberes relativos a la voluntad. El ejercicio regular y constante<br />

de la voluntad nos hace adquirir ciertas calidades activas que fortifican el<br />

carácter y destierran los sentimientos depresivos y capaces de torcer el rumbo<br />

de la conducta moral.<br />

El cumplimiento inflexible de la ley moral hace que sobrellevemos<br />

la vida sin fatigas, sin debilidades y sin temores, enriqueciendo nuestra<br />

alma (archivo eterno del espíritu), con tres grandes e invalorables virtudes.<br />

Perseverancia, firmeza y valor moral que se sobrepone a todo obstáculo y<br />

quimeras ir<strong>racional</strong>es.<br />

con esto ya se ve que el hombre no es solamente una fuerza, sino<br />

que encierra en sí mismo uno de los fines de la moralidad: debe, por consiguiente,<br />

emplear sus acciones en la elevación y equilibrio moral de su<br />

propia personalidad.<br />

cuando en conciencia ejerce estos deberes, nacen y adquiere otras<br />

tres imponderables virtudes, que demuestran al hombre moral la dignidad,<br />

la veracidad y la ecuanimidad<br />

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