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FilosoFía <strong>austera</strong> <strong>racional</strong><br />

consigue la prisión de éste, al que encierra en el castillo.<br />

Juan, pudo mandar a sus discípulos que avisen a Jesús y éste lo comunica<br />

a sus discípulos, los que se oponen a que Jesús vaya, temiendo que le<br />

suceda lo mismo: pero Jesús les dice: «Aun no ha llegado mi hora». «Pero<br />

no quiero acompañarme de débiles y cobardes» y partió, dándose maña<br />

para penetrar en la prisión. Jesús trata de idear su libertad; pero Juan ve que<br />

nada hay que hacer y se abrazan, entregando Juan a Jesús su herencia en<br />

sus discípulos; pero le dice solemnemente «te queda la semilla que yo no he<br />

podido sembrar; pero... Date prisa hijo de Dios, que también tus horas están<br />

contadas»... Y Jesús salió de la prisión quedando Juan esperando la cuchilla<br />

fatal, pero conforme, porque queda un continuador.<br />

Jesús quiere hacerse oír de todos y en todo y se reconcentra en su<br />

espíritu y resuenan en sus oídos las palabras de Juan: «Date prisa hijo de<br />

Dios que también tus horas están contadas» y Jesús, para darse autoridad<br />

y prolongar todo lo posible su vida, empezó a llamarse hijo de Dios y se<br />

agitaba en la predicación del juicio venidero he hizo la parábola de la siega,<br />

la separación del trigo y la zizaña y la de la vendimia. Tanto se agitó que se<br />

debilitaba demasiado y sintió la necesidad de acudir a su madre que temblaba<br />

por el fin que preveía para su hijo, como lo había tenido Juan.<br />

Era el último reducto que le quedaba a María: y ya Jesús en casa,<br />

le rodean todos sus hermanos y el que le seguía a Jesús en orden de edad,<br />

Efraín, lo acometió con las palabras de impostor, calumniador, vergüenza<br />

de la familia y otros epítetos que podían sublevar al más místico.<br />

Pidió cuentas Efraín a Jesús de la deshonra que les echaba a sus padres<br />

al llamarse hijo de Dios; «Hijo de José y María eres como yo; pero tú<br />

a nada has ayudado a la casa y, ¿aun nos deshonras renegando de nuestros<br />

padres?» Efraín levantó los puños y descargara su justa ira de buen hijo,<br />

si la pronta intervención de María y su hermano Jaime, no se pusieran por<br />

medio. Y Efraín se marchó como alocado diciendo: «¿Por qué nos deshonras<br />

andando como vagabundo?»<br />

«¿Por qué no cumples la ley formando un hogar y demostrarás que eres<br />

Maestro?» Jesús viendo marchar a su hermano, le dice: «¿quién te ha dicho<br />

a ti que no cumplo la ley? ¿Acaso sabes tú, que sea más grande la familia<br />

del hogar que la del universo? Yo te agradezco la ayuda que has prestado<br />

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