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FilosoFía <strong>austera</strong> <strong>racional</strong><br />

En las leyes de Manú, escritas por Shet, hace 57 siglos, está legislada<br />

la beneficencia, como no lo harían hoy los modernos legisladores; en cuyas<br />

leyes, no escapa la menor regla a todo lo que el hombre necesita. Establece<br />

con rigor la ayuda al hermano por deber fraternal, sin querer saber si es<br />

de éste, o del otro pueblo; de una u otra creencia o religión: “Es hombre y<br />

basta para admitirlo en tu casa como miembro de tu familia y le darás al<br />

salir, si él por cortedad no tomara, alimentos y medios para una etapa de su<br />

peregrinación.”<br />

Los Budistas y todo hindú, lo han practicado por deber hasta que<br />

la dominación Inglesa ha perdido tan humanas costumbres con sus leyes<br />

opresoras; pero aún así, encontraréis el hábito arraigado.<br />

Israel, manda dejar parte de la cosecha en la tierra, para que sea recogida<br />

por el que no haya cosechado por cualquier causa y aún añade que,<br />

«no se lo niegue al extranjero».<br />

El amor propio popular que no quiere denigrarse en la caridad, si los<br />

gobiernos no proveen (como lo hacen) a las necesidades de la colectividad,<br />

forman sus sociedades de asistencia mutua, con lo que no tienen sus miembros<br />

que rebajarse.<br />

Todo esto dice que, la beneficencia es un derivado compensativo del<br />

amor, porque la justicia entiende que las aptitudes y los destinos de cada<br />

hombre son diferentes y uno tiene necesidad más que otro y hace la beneficencia<br />

un depósito común que siendo de todos no es de nadie mas que<br />

cuando la necesidad lo ordena.<br />

Más he aquí que en estas sociedades se han metido a su mangoneo los<br />

señores de la caridad, y la beneficencia es también explotada caritativamente<br />

y esto hay que limpiarlo por dignidad.<br />

Los ejemplos vergonzosos ocurridos en esos establecimientos son por<br />

millones. El médico se cree el señor y obra como dueño y no como servidor<br />

que es del enfermo. La monja, en su odio religioso exige el rezo y la confesión<br />

y… ¡ay del valiente que proteste! El desprecio, el abandono, la falta<br />

de alimento y remedios y hasta la ausencia del médico, será el pago de la<br />

monjita, mujer de caridad, de corazón duro y corrompido como su religión.<br />

La caridad no quiere hombres; la caridad necesita borregos, inconscientes;<br />

es duro este juicio, pero es filosófico y es justo.<br />

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