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FilosoFía <strong>austera</strong> <strong>racional</strong><br />

Se entró Jesús en la sinagoga sembrando el pánico entre los Doctores,<br />

Escribas y Sacerdotes, que trataron de echarle mano; pero el pueblo lo rodeó<br />

y Jesús los trató con la galantería que merecían sus enemigos llamándolos,<br />

«Sepulcros Blanqueados», «Manada de puercos», «Vil majada de esclavos<br />

encadenados de noche», «caterva de ladrones del trabajo y la conciencia»,<br />

«Yo predico el progreso, un reino que no muere; la libertad del espíritu para<br />

la libertad del hombre y el amor, para la paz de los hombres» .<br />

«Me perseguís; me cerráis las puertas del templo; pero no podéis cerrar<br />

las del campo libre y las plazas públicas y os acuso de vuestras acciones».<br />

Se levantaba ya la gran marejada que corría a los escribas. Jesús llamó<br />

al pueblo y les dijo: «No es esa la guerra que predico: yo predico el amor de<br />

hermanos y la muerte no castiga al delincuente, sino el mostrarle la fuerza<br />

de la doctrina».<br />

Puede decirse que éste es el último sermón de Jesús. Jerusalén se convulsionó<br />

y los sacerdotes se convencieron que por el camino de la justicia, no<br />

podrían quitarse del medio a Jesús. Pero juraron los sacerdotes crucificarlo<br />

y buscaron el medio de la intriga por cualquier medio.<br />

Salió Jesús de Jerusalén y sus discípulos le salieron al encuentro imponiéndole<br />

de cuanto habían oído de crucificarlo.’<br />

El tío Jaime, llamó a María a Jerusalén; la Samaritana que se metía por<br />

todas partes, sabía todo y sorprendió el primer conciliábulo de los escribas<br />

con Judas Iscariote, el que amaba mucho a Jesús, pero estaba celoso de que<br />

el amor del Maestro se significara más en Juan y esto lo predisponía.<br />

Llegó María alarmada, corriendo los caminos hecha una lástima, sin<br />

poder alcanzar a Jesús, que tenía que estar en constante movimiento esquivando<br />

la persecución, hasta que fuera ordenado.<br />

A María la encontró la Samaritana, y conocida, la condujo enferma a<br />

casa del gobernador, donde servía.<br />

La Samaritana ha instalado a María, dando conocimiento a su amo<br />

de quien es la huéspeda, a la que el gobernador visitó y la consoló asegurándole<br />

«que la ley civil no había sido desconocida por Jesús, por lo que no<br />

lo sentenciaría y lo defendería en cuanto pudiera; pero que convenía, que<br />

Jesús, para sus doctrinas, eligiera otro Teatro, porque sus doctrinas (con las<br />

que estaba conforme) eran destructoras de la religión y todo lo temía de los<br />

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