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FilosoFía <strong>austera</strong> <strong>racional</strong><br />

de religión y sentimiento; por lo que en materia de lo moral, era inevitable<br />

que cayeran en el más culminante egoísmo.<br />

No han sido del dominio público (en escrito) las máximas egoístas de<br />

La Rochefoucauld y de La Bruyère, por que sólo se daban en las reuniones<br />

secretas o logias escondidas, pero que no dejaban de trascender algo, con<br />

gran escándalo; y tal habían de ser cuando Adrián Ellvecio, interpretando<br />

aquellas máximas, publicó su libro «El espíritu», que para disimular, dijo<br />

en él: «El bienestar general consiste en obtener el bien propio, sin perjuicio<br />

de los demás».<br />

Aquí no se ve maldad, pero el egoísmo está bien marcado; pues la moral<br />

verdadera de la máxima sería: El bienestar general consiste en obtener el<br />

mayor bien para todos Su libro sin embargo, fue quemado por el verdugo;<br />

pero los libros no mueren aunque desaparezcan como volumen, porque no<br />

mueren los espíritus que siendo hombres los escriben y en archivo quedan<br />

y lo repiten y lo inspiran, y así se levantó Voltaire, que su buen consejo<br />

era: «calumnia que algo queda», al que siguieron Lecondat y Juan Jacobo<br />

Rousseau, los que ya dejaban preparada la hoguera que se encendería para<br />

templar las cuchillas de la guillotina.<br />

Voltaire, sin embargo, sentó un buen principio, y es que «La libertad<br />

consiste en no depender sino de las leyes»; pero Voltaire debería saber que,<br />

para que las leyes sean capaces de dar la libertad al hombre, éste debe ser<br />

moral, para que la moralidad de las leyes estén en cada hombre. Porque no<br />

es que el hombre esté en la ley, la buena moral; sino que la ley esté en el<br />

hombre: sólo entonces puede haber una moral política y una política moral.<br />

Para Montesquieu, las leyes son, «Relaciones necesarias que se derivan<br />

de la naturaleza de las cosas», y entonces, si allí hay malas leyes, carecen<br />

de moral los hombres que las hacen.<br />

Pero tuvo un final bueno al sentar; «La ley suprema de la humanidad, es<br />

70 NoTA: Ya habrá concebido el estudiante que hemos hecho a un lado el «comunismo» que preconcibe<br />

Rousseau y nos hemos fijado en la Comuna. Esta nace en la familia y se extiende a la ciudad<br />

y a la nación que debe vivir la vida de familia, tantas veces mayor, cuantas familias la componen<br />

y en la misma fraternidad del hogar. cuando cada nación esté en ese estado y se confederen con<br />

ese mismo fin, entonces sí será «comunismo» que es el superlativo de «comuna». Tengan bien<br />

presente esta definición nuestros estudiantes y díganse «comunales» y no «comunistas», hasta que<br />

las comunas de todas las naciones se confederen bajo un solo código común. Es así ley y justicia.<br />

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