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Joaquín Trincado<br />

en la mudanza y con ella al de un mismo que subsiste. Así ya se concibe la<br />

substancia del No yo, pues, tomamos la idea de variación, de sucesión, de<br />

duración y de substancia, para trasladarla al yo. No podemos, pues, concebir<br />

los cambios de éste sino bajo la condición de una existencia externa que<br />

persista. Así ya el No-yo es la condición de la conciencia y de la moral de<br />

nuestras determinaciones internas. El No-yo, existe, pues».<br />

He aquí que Kant ha establecido lo bastante bien la razón del conocimiento<br />

del Yo, por la demostración externa del No-yo. La razón es sencilla.<br />

Yo no podría afirmar por mí mismo, Éste es mi Padre; pero hete aquí,<br />

que lo veo desde que puedo ver que ejerce las funciones de tal a mi alrededor,<br />

un hombre, el cual además va sentando en mí que es mi progenitor y<br />

la demostración de sus funciones me afirma que aquel No-yo, es mi padre,<br />

que se asienta en mi yo. Este mismo ejemplo se dilata hasta el infinito en las<br />

demostraciones externas de todas las cosas; y nos queda probado, que las<br />

cosas se mueven, luego son. Existen. Lo que a la par prueba, que nuestro<br />

yo, también persiste.<br />

Pero ahora encontramos esta objeción, la experiencia no percibe<br />

substancias: y la inteligencia no puede conocer números sin substancia; y si<br />

esto fuera un axioma irreductible, caería por tierra toda la argumentación de<br />

Kant y toda la Ontología de la inmortalidad del alma y la existencia de Dios.<br />

oigamos a Kant, dice: «La idea de causa libre, no está determinada<br />

sino por ella misma. Es menester, pues, que el motivo, en virtud del cual se<br />

determina, obre sobre la causa, sin obligarla».<br />

«Dentro de este criterio <strong>racional</strong> inquirid, que cosa sea un motivo que<br />

no os fuerce y veréis que, sólo la obligación moral tiene esta virtud».<br />

Aquí está lo irresistible de la doctrina: es cierto que la obligación moral<br />

no es un impulso de nuestra sensibilidad, ni una fuerza extraña sugerida:<br />

es una idea, un concepto del deber que obra en nosotros sin obligarnos,<br />

pero que se nos impone a nuestra razón, y, sin embargo, no sujeta nuestra<br />

actividad. Lo que quiere decir, que por esta idea o concepto, no podemos<br />

ser libres <strong>racional</strong>mente, porque proponiéndonos por fin, cumplir un destino<br />

concurriendo al orden y progreso: lo que es evidente; pero sujeta solamente<br />

a nuestro juicio, nuestro concepto, o idea, dejándonos en libertad de confor-<br />

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