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Joaquín Trincado<br />

que luego, la católica, lo haría sacramento de necesidad, en lo cual no tiene<br />

parte ninguna Juan.<br />

Jesús en medio de la multitud entró también a recibir las abluciones<br />

y, mirándose frente a frente los dos, en su videncia se vieron y Jesús le dijo:<br />

«Es necesario que hablemos»; y Juan terminado su sermón, que fue más<br />

hiriente que los días anteriores, acaso porque ya veía su continuador o su<br />

ayuda, arremetió ese día contra la impostura de los sacerdotes y el libertinaje<br />

de los Magnates y la gente empezó a decir: «Este es Elías», lo que Juan<br />

aprovechó para decir: «Yo vengo a preparar los caminos al juicio y detrás<br />

de mí viene el que quita los pecados».<br />

No aludía Juan a Jesús, sino al juez que había de venir cuando se<br />

cumplieran las profecías. Juan sabía que estaban él y Jesús en la Mitad de<br />

los tiempos señalados por Isaías.<br />

Hasta entonces, sólo se había hecho roturar, preparar la tierra; y ellos,<br />

eran los sembradores. ¿cómo podrían pretender recoger la cosecha? Por<br />

esto, luego, Jesús hizo la hermosa parábola del sembrador.<br />

Recibido las abluciones Jesús, sale Juan y se van hacia el desierto,<br />

presentándolo Juan a sus discípulos, como maestro y predicador de la misma<br />

causa y combinaron el plan de, seguir Juan reprendiendo los vicios a los<br />

grandes y Jesús predicando a los humildes, descubriéndoles los secretos del<br />

juicio venidero y anunciar la venida del Juez a sentenciar Vivos y muertos<br />

prometiendo al mundo, El Espíritu de Verdad y el Reino del Espíritu.<br />

Jesús con segura profecía le dijo a Juan: «Si sigues tan fuerte con tus<br />

acusaciones a los grandes, mucho me temo que no volvamos a encontrarnos,<br />

pues esos, no perdonan nunca.<br />

Juan le contesta: «hasta hoy medí mucho mis acusaciones; hoy que<br />

ya estás tú para continuarme, no transigiré con la maldad y si caigo, recoge<br />

a mis discípulos para que no flaqueen».<br />

Jesús se despide y vuelve a Tiberíades, tratando entonces de formar un<br />

grupo de discípulos a quienes enseñar los secretos de la doctrina y es cuando<br />

empieza a predicar en parábolas para no ser atajado por los sacerdotes y sus<br />

espías escribas y fariseos que lo seguían, los que en cada curación que se le<br />

ofrecía, por el magnetismo, el psiquismo y la botánica, los fariseos apoyaban<br />

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