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FilosoFía <strong>austera</strong> <strong>racional</strong><br />

En este punto, no podemos pasar sin memorar que, los Teólogos cristianos,<br />

han cometido errores garrafales que, llegan a constituir execrables<br />

blasfemias, atribuyendo a Dios las gracias especiales y perdones; con cuyas<br />

gracias, quieren que dependan de Dios las acciones espontáneas que obramos,<br />

sin que, en el momento, nuestra inteligencia se de cuenta; pero que,<br />

sin embargo, ha habido un juicio previo de nuestra voluntad inteligente. Y<br />

esto es lo que, Jesús quiso significar con «El espíritu está pronto; pero la<br />

materia es tarda», y es a causa de las preocupaciones, del ambiente o de la<br />

educación y de los prejuicios siempre.<br />

La prueba concluyente de esta verdad es que, cuanto mayor es el desarrollo<br />

de las facultades reflexivas de un individuo, cuanto más regulares<br />

son las asociaciones Psicológicas y más nutridas por la experiencia se hallan<br />

sus percepciones, mayor es la facilidad con que podrá inducir las causas y<br />

deducir las consecuencias de sus actos.<br />

Hay que distinguir bien entre la espontaneidad y la libertad, o sea el<br />

poder de obrar deliberadamente.<br />

Distinguiendo esos modos se comprueba que, el hombre no es libre<br />

cuando sus impulsos no son explicados por motivos, sino cuando precisamente<br />

estos, han sido subordinados a las leyes asociacionistas de la inteligencia.<br />

El ejemplo que nos ofrecen los animales, nos da una explicación<br />

más rotunda. Estos seres, sólo pueden obrar espontáneamente porque no se<br />

pueden dar cuenta de los motivos que los impulsan a obrar, ya que a obrar<br />

sólo los lleva el instinto; el cual, no llega a ser la inteligencia, aunque esté<br />

al borde de la inteligencia.<br />

En cambio el hombre, procede libremente porque se resuelve con<br />

conocimiento de sus motivos externos e internos y de los resultados de las<br />

asociaciones.<br />

En síntesis más estricta diremos, la libertad y el discernimiento son<br />

un complemento inteligente el uno, de la otra.<br />

Por fin: consideramos al Creador, como la suprema voluntad, siendo un<br />

conjunto armónico entre su inteligencia y omnipotencia absolutas, obrando lo<br />

que debe y no lo que quiere; porque al hacer la ley, su previsión fue perfecta,<br />

absoluta e inflexible, abarcando todas las cosas del infinito.<br />

Entonces, el creador no puede obrar espontáneamente, ni contra sus<br />

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