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Joaquín Trincado<br />

sacerdotes y además, en el pueblo no se puede tener confianza porque es<br />

del último que llega, del último que le habla».<br />

Repuesta María con los pródigos cuidados que se le prestaron y auxiliada<br />

por los medios y regalos que el gobernador le diera, con más cartas<br />

y recomendaciones, salió de aquella granja, acompañada de la Samaritana,<br />

hasta encontrarse con las Marías (cleofas y Magdalena) avisadas a tiempo<br />

por la sirvienta del gobernador, que las impuso, ocultando a la madre la<br />

trama que sorprendió de Judas y los sacerdotes.<br />

Llegaron donde estaba Jesús y al ver a su madre lloró en sus brazos y<br />

a sus ruegos cedió en retirarse a Bethania, lo que alegró y dio esperanzas a<br />

las mujeres; pero, enterado Jesús de la acción de Judas, comprendió que ya<br />

no tenía remedio por el camino de la fuga y avisó a la Kábala.<br />

Ésta, activó los preparativos con el Príncipe de Ur.<br />

Avisado Jesús por la Kábala y la escuela, la decisión de «tomar el<br />

templo y arrojar a los sacerdotes proclamándolo a él Rey del pueblo Judío<br />

que en herencia correspondía, aceptó y señaló el día Domingo 22 de Marzo<br />

anterior a la Pascua, para su entrada en Jerusalén.<br />

Jesús ha guardado silencio de ese gran acto político-religioso y no ha<br />

trascendido y lo ignoran los sacerdotes y sus mismos discípulos.<br />

Ha comido en Bethania e invita a los discípulos a ir a Jerusalén; pero<br />

Jesús está emocionado y María presiente que algo trascendental ocurre, pues,<br />

las otras Marías que han estado fuera, a su vuelta han conversado con Jesús<br />

y, en su presentimiento, dijo a su hermano y al joven Jaime, que la tengan<br />

al corriente de todo.<br />

Cuando Jesús y su comitiva avistaban a Jerusalén, desfilaban por las<br />

colinas columnas de gente armada, que al unirse, le notificaban a Jesús la<br />

última resolución de proclamarlo Rey de los Judíos bajo el imperio Romano,<br />

lo que no contrariaba la ley del imperio.<br />

Marchaba Jesús, siguiéndole la gente armada: el Príncipe de Ur, sale<br />

al encuentro y lo proclama Rey de los Judíos; Jesús le contestó, «No es mi<br />

reino de este mundo; pero lo quiere el pueblo y obedeceré hasta la muerte».<br />

La sorpresa ha desconcertado a los sacerdotes y es tarde para toda<br />

acción pues han entrado escoltando a Jesús veinte mil hombres armados,<br />

encabezados por un Príncipe de derecho reconocido.<br />

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