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Joaquín Trincado<br />

caso es, egoísmo.<br />

3ª forma, los impulsos mórbidos: Estos pueden ser patológicos,<br />

morales, intelectuales y / o espirituales; pero éstos los hemos de tratar en<br />

párrafo aparte.<br />

Ahora bien: cualquier forma que se estudien sin prejuicio y con conocimiento<br />

Psicológico estos tres casos, hemos de ver que, esos impulsos<br />

brutales son de los instintos fieros que en el hombre conviven, cuyo dominio<br />

pertenece al espíritu.<br />

Si el hombre se mantenía honrado, es porque estaba en su primer<br />

período de satisfacción de esos mismos instintos, pero que, aun no habían<br />

perdido la fiereza; y al ser provocados, (como no tenían la suficiente y<br />

eficiente sumisión convictiva, sino la conveniencia de sumisión por su descanso)<br />

se sublevan y cometen el acto fiero de su instinto, sin darle tiempo<br />

a su jefe espíritu, de poner en movimiento el raciocinio: y esto se confirma<br />

en seguida en el abatimiento, dolor, vergüenza y confusión que demuestra<br />

el delincuente, ocasionalmente provocado exabrupto.<br />

Estos hechos encierran grandes secretos metafísicos y nos ponen a las<br />

claras (a los espiritista) la lucha que ha de sostener un espíritu que empieza<br />

la regeneración. Y es que, todos somos delincuentes y nos hemos ofendido<br />

y agraviado unos a otros y bastará a nuestro enemigo (antiguo camarada u<br />

ofendido el que por fin, comprendiendo sus yerros, se decidirá a abrazar la<br />

ley fraternal y de amor), mas mientras llega ese momento bastará digo a<br />

nuestro enemigo saberlo, para empeñarse más por su odio, en vengarse de las<br />

ofensas recibidas, o estorbar que entréis en el camino del bien, y aun muchas<br />

veces por pura aberración e inclinación del mal y lo ataca sin miramiento<br />

para haceros caer de nuevo, en el abismo del que tratais de salir. Y como aun<br />

no estáis fuertes y asentados, resurge de pronto el impulso fiero y castigáis<br />

al enemigo provocador, cuando no sois provocadores.<br />

No sucede así con los ya bien sabios y asentados, que pueden y se<br />

defienden por principios superiores, sin importarles de la baja valía de la<br />

ofensa que no logra distraerlos de sus funciones, ni torcerlos de su derrotero<br />

y vemos que, al final, el juicio público les hace justicia de reconocimiento<br />

y castiga con el vacío a sus ofensores.<br />

Párrafo VIII<br />

La locura ¿existe? Psicastenia<br />

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