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El Judaismo como Cultura - Casa-argentina

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Baldwin que el hebreo, más lleno de esperanzas que el griego, era más capaz que este<br />

último de estimar lo bello del mundo. A su juicio, el griego solamente apreciaba los<br />

aspectos benignos de la Naturaleza, <strong>como</strong> se comprueba, por ejemplo, por el hecho de<br />

que en la literatura clásica de Grecia el diálogo Critias de Platón sea el único ejemplo de<br />

explícito reconocimiento de la belleza de las montañas. Para Homero eran bellos los<br />

paisajes compuestos de una fuente, una pradera, un bosquecillo. Si en la literatura<br />

griega se celebra la belleza de los ríos de curso suave y distribuidores de fertilidad, el río<br />

torrentoso, a su vez, era el símil para la fuerza destructiva. Edward Chauncey Baldwin<br />

llega a la conclusión de que el sentimiento hebreo de la Naturaleza era tan intenso <strong>como</strong><br />

el del griego y abarcaba mucho más. Sostiene que había "una fundamental diferencia<br />

en la manera en que los dos pueblos pensaron sobre la Naturaleza con relación a Dios".<br />

Para ambos, la Naturaleza era divina. "Sólo se distinguían en su manera de comprender<br />

la relación entre lo material y lo espiritual. <strong>El</strong> griego, agudamente sensible para la<br />

belleza natural dentro de los límites ya mencionados, pensaba de la Naturaleza <strong>como</strong> la<br />

realidad elemental; el alma de su belleza estaba corporizada en las divinidades que la<br />

frecuentaban." Muy diferente fue la concepción hebrea sobre la relación entre la<br />

Naturaleza v Dios. Para el hebreo, Dios era la realidad primordial; la Naturaleza era<br />

secundaria. No solamente era verdad que sin Él nada de lo que se hizo se hubiera<br />

hecho, sino que de su voluntad dependía la existencia continuada de la Naturaleza. <strong>El</strong><br />

hebreo pensaba de la Naturaleza <strong>como</strong> de una mera sombra que encontraba la esencia<br />

de su belleza lo mismo que el poder que sostiene su vida en alguien cuya cura<br />

providencial cuidaba de las grandes cosas y de las pequeñas..."<br />

En el desarrollo de la tesis de Edward Chauncey Baldwin aparecen dos equívocos<br />

que conviene aclarar. No es verdad que para el hebreo la Naturaleza fuera "divina"<br />

<strong>como</strong> para el griego. Para el hebreo sólo Dios era divino, y la Naturaleza era obra suya.<br />

<strong>El</strong> poeta bíblico hablaba de la Naturaleza <strong>como</strong> de la "vestidura" de Dios, para emplear<br />

la metáfora suprema de admiración de ella. Y si la Naturaleza no era "divina", tampoco<br />

era para el hebreo "mera sombra", <strong>como</strong> lo dice Edward Chauncey Baldwin en otro de<br />

los pasajes que acabamos de reproducir de su trabajo The Hebrew and the Greek Ideas

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