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El Judaismo como Cultura - Casa-argentina

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tu vida y tus largos años, etc." (Deuteronomio XXX, 19-20). Una vida dichosa en este<br />

mundo, tal es el motivo fundamental, la apreciación y la justificación de los<br />

mandamientos divinos. Así ha de ser porque Dios ha creado el mundo, por amor al<br />

mundo; una vida humana, por amor al hombre y a su vida. Dios nada necesita para sí.<br />

Abundantes versículos de la Biblia y dichos de la literatura talmúdica prueban a qué<br />

altura la visión religiosa judía coloca la vida en general y toda vida humana en particular.<br />

Nos bastará con un par de citas características que a primera vista contradicen lo<br />

que acabamos de expresar. <strong>El</strong> Eclesiastés, el libro pesimista de las Escrituras Sagradas<br />

hebraicas, con su aguda crítica de la vida humana en este mundo, llega hasta la<br />

aseveración de que "mejor es perro vivo que león muerto", sentencia a la que<br />

volveremos a referirnos. <strong>El</strong>la suena <strong>como</strong> extraño atentado contra toda dignidad<br />

humana. En el tratado talmúdico Sanhedrín llama la atención un dicho que pareciera<br />

elevar casi al nivel de un mandamiento religioso el más agudo, absoluto, egoísmo. Se<br />

dice allí: "Cada hombre ha de pensar: todo el mundo fue creado para mí". También a<br />

esta sentencia volveremos a referirnos. Así, resulta que en lo más hondo de la visión<br />

religiosa judía de la vida está la absoluta estimación <strong>como</strong> santa de la vida en general y<br />

de la vida humana en particular. Sobre este cimiento se erige por sucesivas etapas un<br />

edificio de un esplendor muy distinto. Según Zhitlovsky, esta misma absoluta elevada<br />

estimación de la vida y del ser en general penetra los sistemas panteístas de Spinoza y<br />

Bergson. "Ser es divino": así puede enunciarse el tono fundamental del sistema de<br />

Spinoza. Toda cosa está penetrada de un impulso a conservarse, y este autoamor es<br />

una chispa del amor "con que Dios se ama a sí mismo". <strong>El</strong> amor propio es divino. Esto<br />

suena extraño en un sistema ético para el cual "el amor intelectual a Dios" es el sumo<br />

bien a que ha de aspirar el hombre. Si se considera el sistema panteísta de Spinoza a la<br />

luz de la visión religiosa judía de la vida, lo dicho adquiere su aspecto exacto. Dios creó<br />

al mundo por amor a él, enseña esta visión de la vida; Dios ama al mundo. <strong>El</strong> mundo es<br />

Dios, dice Spinoza, y, por consiguiente, ha de decir: "Dios se ama a sí mismo".<br />

Para Bergson e! amor de Dios al mundo es el amor de un artista a las obras de su<br />

creación. Y Dios y mundo, el artista y su creación, no son, juntos, otra cosa que la vida.<br />

Según la concepción bergsoniana del tiempo, toda cosa que alguna vez ingresó en el

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