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El Judaismo como Cultura - Casa-argentina

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explicaba los fracasos accidentales en la percepción y en la comprensión del mundo<br />

sensible "por la malicia de algún individuo o por interferencia de un espíritu externo<br />

desfavorable". En tales casos, más se trataba de engaño que de error. En general, se<br />

consideraba que eran fidedignos los datos de los sentidos y los conceptos que los<br />

procesos mentales inferían de la experiencia sensorial. Pero había algo más. Oseas y<br />

otros profetas hablaban de conocimiento de Dios. Y esto, <strong>como</strong> es evidente, ya excedía<br />

a la fe en las nociones obtenidas por los sentidos y en las conclusiones extraídas de<br />

ellas. Había fenómenos de conocimiento —la visión y el sueño proféticos— que no<br />

tenían cabida en el marco de los procesos cognoscitivos normales.<br />

¿Qué era ese sujeto que conocía? ¿cuáles eran según la Biblia los elementos<br />

integrantes del ser humano? Tales interrogaciones conciernen a una realidad<br />

inaccesible a los modos del conocimiento común. Las posibles respuestas a ellas no se<br />

encuentran enunciadas en la Biblia en forma sistemática. Sólo aparecen en expresiones<br />

dispersas, en las que no se procura demostrar que el hombre sea de cierta manera, sino<br />

que se parte, <strong>como</strong> de una evidencia, de lo que, en una formulación lógica, debiera ser<br />

probado con razones convincentes. Algunos autores sostienen que la división tripartita<br />

en cuerpo, alma y espíritu que aparece en el Nuevo Testamento, remonta al Antiguo. <strong>El</strong><br />

primer argumento en favor de esta tesis se encontraría en las narraciones de la Crea-<br />

ción. <strong>El</strong> segundo lo constituiría el hecho de que hubiera en la lengua bíblica vocablos<br />

distintos para designar a esas tres entidades.<br />

Sin pretender detenernos en todos los detalles del tema, recordemos que<br />

Tresmontant señala que el dualismo alma-cuerpo de la filosofía de Platón no aparece en<br />

la antropología hebraica. En cambio, aparece en ella una dimensión original, "ignorada<br />

en las filosofías", "el rúaj, que los Setenta tradujeron por pneuma y que es retomado<br />

bajo este término por el Nuevo Testamento, en particular, con mucha precisión por San<br />

Pablo". "Esta dimensión nueva introduce una dialéctica irreductible a la antinomia<br />

platónica alma-cuerpo, dialéctica que rige las relaciones entre el hombre y esa parte<br />

sobrenatural que en él trabaja y lo llama a un destino naturalmente imprevisible e<br />

inesperado. Los profetas señalan con la distinción entre un 'alma viviente" —o, lo que es<br />

sinónimo, 'carne'— y el espíritu; entre lo que Pablo llama lo 'psíquico' o 'carnal', y el

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