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El Judaismo como Cultura - Casa-argentina

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maldiciones escritas en ese libro. Jeremías predice la invasión babilónica y la cautividad<br />

del pueblo judío. Estos hechos hubieron de comenzar a producirse ya en la época de<br />

Josías, pero Dios postergará el desenlace de ellos en consideración a los nietos del rey.<br />

<strong>El</strong> mundo se le presenta a Jeremías dividido en dos fuerzas: por un lado, Babilonia, el<br />

reino de todas las naciones civilizadas, y por otro, los pueblos de los confines<br />

septentrionales de la tierra. Frente a los pueblos del norte, fuerzas destructoras con<br />

cuya irrupción comenzará el proceso de "los días postreros", Babilonia es el reino<br />

universal consagrado por Dios sobre todas las naciones. Porque a Babilonia le toca<br />

ejecutar los designios de Dios, por mandato divino, según lo dice Jeremías en versículos<br />

de los capítulos XXVII y XXVIII de su libro, todos los pueblos han de someterse a ella.<br />

Así se evita que Jahvé castigue al reacio "con espada y con hambre y con pestilencia".<br />

Pero —y aquí las predicciones del profeta ya se refieren a una nueva serie de hechos—<br />

también Babilonia recibirá su castigo. Jeremías, conforme se dice en el capítulo XXV de<br />

su libro, pensaba que todos los pueblos han de beber del vaso de la ira de Dios. En los<br />

versículos 11 y 12 de ese capítulo, hasta fija un plazo de setenta años para la<br />

destrucción del imperio de Babilonia. Entonces terminará el cautiverio de Judá y será<br />

restaurada la casa de David. Entonces, también, según lo declara el profeta en los<br />

capítulos XXX y XXXIII, los hijos ya no serán castigados por el pecado de sus padres,<br />

sino que cada cual será responsable por sus culpas propias. En el versículo 11 del<br />

capítulo LI aparece la visión del futuro dominio de los persas sobre Babilonia. Serán<br />

ellos los que realicen la sentencia divina, anunciada por el profeta cuyas predicciones<br />

abarcan a las distintas naciones de la tierra. Para Jeremías son acontecimientos de<br />

resonancia universal la destrucción y el sometimiento de Babilonia; también lo es la<br />

redención <strong>como</strong> una gracia divina que comprenderá a toda la humanidad. En las<br />

profecías de los capítulos XLVI y XLVIII, referentes a los pueblos idólatras, Jeremías<br />

prevé un destino particular para cada cual: para los de Egipto, Moab, Amón y <strong>El</strong>am.<br />

Pero no menciona, observa Kaufmann, el vínculo de esos pueblos con la Historia<br />

universal, ni tampoco las conexiones entre ellos e Israel y su Dios. En cambio, en los<br />

versículos 14 a 17 del capítulo XII aparece la idea del arrepentimiento ético-religioso de<br />

los pueblos idólatras, "en lo postrero de los días", con una formulación claramente

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