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El Judaismo como Cultura - Casa-argentina

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Ser paradójico, creado a imagen de Dios, el hombre no es Dios. Entre los contrastes<br />

fundamentales entre Dios y el hombre figura el que media entre la santidad divina y la<br />

pecaminosidad humana, entre el Dios tres veces Santo y los hombres de "labios<br />

inmundos", a que se refieren los capítulos VI y XLVII del libro que lleva el nombre Isaías.<br />

Está el 'contraste entre la flaqueza de la carne humana y el poder de Dios, entre el<br />

hombre atribulado y Dios que es "amparo y fortaleza", "constante auxilio en las<br />

tribulaciones", conforme se dice en el Salmo XLVI. Está la antítesis entre el hombre<br />

vestido de piel y carne y el potente Dios, que, <strong>como</strong> a todo, le dio forma, según lo<br />

expresa el sufriente impacientado en el capítulo X del libro de Job. Está el contraste<br />

entre Dios con su piedad, su misericordia, y el hombre, pecador a veces arrepentido que<br />

espera la gracia divina para su corazón "contrito y humillado". En el Salmo LXXIV se<br />

habla de Dios <strong>como</strong> Rey que obra "salvaciones en medio de la tierra". En el Salmo<br />

LXXV los hombres "cuentan maravillas" de Jahvé, que es Dios "desde la eternidad<br />

hasta la eternidad"; en cambio los hombres acaban sus años "<strong>como</strong> un suspiro", según<br />

lo expresa el Salmo XC. A la vista de Dios, mil años son "<strong>como</strong> el día de ayer, que ya<br />

pasó". <strong>El</strong> hombre necesita de la misericordia divina en los "días de sus años", que son<br />

"setenta años". Así se subraya la inmensa disparidad entre Dios sempiterno y el hombre<br />

transeúnte en un mundo duradero.<br />

La enorme distancia entre Dios y hombre parece sugerir por momentos la idea de la<br />

proximidad del ser humano con los animales. En Números, capítulo XXIII, versículo 19,<br />

declara Bilaam: "Dios no es hombre para que mienta; ni hijo del hombre para que se<br />

arrepienta". Cinco versículos más adelante se habla del pueblo "que <strong>como</strong> león se<br />

levantará, y <strong>como</strong> león se erguirá...". En el versículo 9 del capítulo XXIV del mismo libro<br />

se habla del pueblo de Israel, a quien Dios sacó del Egipto y que "se encorvará para<br />

echarse <strong>como</strong> león...”. Estas son expresiones metafóricas en la lengua de un pueblo<br />

que, según se comprueba en I Reyes, estimaba el conocimiento del mundo animal y<br />

vegetal. En el capítulo IX de Jueces se cuenta cómo "los árboles fueron a ungir rey<br />

sobre sí". Según William Irwin, esta fábula es ejemplo de una costumbre, común en el<br />

Oriente, de especular sobre la naturaleza del hombre en la forma de imágenes referidas<br />

a las plantas y a los animales. En Proverbios se insinúa el parentesco del hombre con

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