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Sexual Personae - Camille Paglia

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mantener alejados a sus fantasmas. Puede que el travestismo antiguo tuviera

similares características propiciatorias. Lo que es sexualmente grotesco o

criminal en nuestra cultura puede tener un significado simbólico en otras.

Frazer relata una costumbre tribal del norte de Nueva Guinea, donde una

anciana se come los genitales de un hombre asesinado y un anciano los de una

mujer asesinada, y añade que «tal vez lo que se pretende es asexuar y

desarmar al peligroso fantasma». [24] En la vida primitiva, el sexo es la

religión, y a la inversa. El cristianismo nunca ha logrado cerrar el teatro ritual

del sexo.

El travestismo de Dioniso simboliza, por consiguiente, su identificación

radical con las madres. Yo relaciono esta identificación con su asociación con

el agua, la leche, la sangre, el esperma, la miel y el vino. El Baco romano y

renacentista es sólo el rey del vino. Pero el Dioniso griego gobierna sobre lo

que Plutarco denomina la hygra physis, la naturaleza húmeda o líquida.

Dioniso es, en palabras de Farnell, «el principio líquido de las cosas». [25] El

carácter líquido de Dioniso es el mar invisible de la vida orgánica que inunda

nuestras células y nos une a las plantas y a los animales. Nuestros cuerpos son

el océano primigenio del que habla Firenczi, un océano que se encrespa y se

riza. Yo interpreto el hygra phisis de Plutarco como el agua contenida y no el

agua que corre, los fluidos que rezuman, que gotean de los tejidos o de las

bolsas carnosas. El hygra phisis es el cuerpo de la mujer madura, que yo he

declarado prisión del género femenino. La experiencia de la mujer está

sumergida en el mundo de los fluidos, algo que queda patentemente

demostrado en la menstruación, el parto y la lactancia. La retención de

líquido, esa maldición femínea, es el plúmbeo abrazo de Dioniso. La

tumescencia masculina es una afirmación de la separación de los objetos. Las

erecciones son arquitectónicas, apuntan al cielo. La tumescencia en la mujer,

ya sea producida por la sangre o el agua, es amorfa, gravitacional, pesada. En

la lucha por la identidad humana, la tumescencia en el hombre es un arma; en

la mujer, una obstrucción. El graso cuerpo femenino es una esponja. En los

momentos álgidos del ciclo menstrual o durante el embarazo, se queda

pasivamente bloqueado, padeciendo oleada tras oleada de poder dionisíaco.

Hay varones iniciados en la experiencia corpórea de las mujeres. El

payaso blanco del circo, por ejemplo, es un andrógino de cuerpo femíneo. Su

silueta es la de una mujer encinta. Zarandeado, dando traspiés, tropezándose,

es una tumescencia que no puede actuar por sí misma, sólo se actúa sobre

ella. El hombre mórbidamente obeso, mi siguiente ejemplo, pierde virilidad

porque su pasiva congestión lo paraliza. El hombre gordo como femenina

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