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Sexual Personae - Camille Paglia

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que Blake denomina Satán o Muerte. En este estado, el mundo creado alcanza

su grado máximo de lejanía y de densidad material o contracción.

Hasta que el análisis no sea más sencillo y convincente, los poemas largos

de Blake continuarán languideciendo, esperando a ser leídos; sólo conocidos

por los especialistas, seguirán siendo víctimas de una estrechez de miras

similar a la que sufre la obra de Spenser. Debería estar claro —aunque nunca

se señala en los principales estudios sobre Blake— que los Espectros y las

Emanaciones de Blake equivalen a los fantasmas de la novela gótica de su

tiempo. El final del siglo XVIII fue el final de una cosa y el principio de otra.

La desintegración de la Ilustración apolínea produjo una fragmentación o

resquebrajamiento psíquico. En la psicología estática de las primeras décadas

del siglo, el carácter era una construcción fabricada con bloques de

«cualidades» fijas. Un siglo antes, Donne ilustró la unidad racional y la

sencillez del modelo cristiano de personalidad en su Holy Sonnet I, donde el

alma es arrastrada hacia arriba, en dirección al cielo, y hacia abajo, en

dirección al infierno, mientras el poeta espera con ansia la muerte y reflexiona

retrospectivamente con respecto a su vida pecaminosa. Sólo hay cuatro

direcciones, como en la brújula. El universo moral es geométricamente

coherente e inteligible. En Blake, sin embargo, no hay arriba y abajo. Las

trayectorias de la fuerza emocional no forman un cuadrado, sino una espiral:

las imágenes manieristas del «vortex» son recurrentes. El Espectro forma un

ángulo excéntrico con respecto al ser. El mundo fluido de Blake está repleto

de incoherencias de escala, de burdas ampliaciones y sofocantes

disminuciones. Tiene el relativismo esponjoso de la física moderna.

En Blake el alma se ha divido, de modo que los poemas proféticos son un

debate sobre el ser «verdadero». Nunca en la historia se había planteado esta

cuestión, una cuestión que va más allá de las personificaciones múltiples del

Renacimiento, cuando el orden social era todavía un valor moral. En Blake, la

guerra territorial se libra entre los dos bandos del ser. Los personajes de Blake

tienen una crisis de identidad, esa invención de Rousseau. Con sus Espectros

y Emanaciones, Blake hace de una forma alegórica lo que la novela del XIX

hará de una forma naturalista, es decir, documentar las modulaciones de la

emoción. Blake rechaza la moral judeocristiana. Sin embargo, desea integrar

la sexualidad con el buen obrar. Pero el sexo, que el cristianismo sitúa

acertadamente en el dominio de lo demónico, siempre se escapa de todo

control moral. Las paradojas del misterioso psicodrama blakiano del Espectro

y la Emanación son el resultado de lo imposible de su misión: sacar al sexo

del lodazal de la madre naturaleza.

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