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Sexual Personae - Camille Paglia

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influido por la Belphoebe bizantina de Spenser, que también detiene la acción

narrativa. El Lucifer de Lewis es también el portador de la luz, pero es duro y

cristalino. Su rama plateada es una rama dorada, la varita mágica con la que el

arte paraliza y trasciende a la naturaleza vegetativa. Apareciendo en una nube

rosácea, Lucifer llena la caverna del monje de aire y de luz. Para Nietzsche, el

alma germana ama «las nubes y todo lo que es turbio, movedizo, crepuscular,

húmedo y velado…». Spengler identifica la experiencia oculta del mago con

la «caverna cósmica». [28] El carácter apolíneo del andrógino de Lewis inunda

de luminoso formalismo mediterráneo las tinieblas demónicas de la novela

gótica. Su serafín podría encontrarse en el Euforion de Fausto, en la

Seraphita de Balzac y en el fantasma del hijo de Bloom en el Ulises de Joyce,

un «chico rubio», cuyos botones de diamante y rubí y sus colores violetas

recuerdan los diamantes y la luz rosácea del serafín.

En toda la tradición de la «novela de terror» hay un erotismo latente, que

empezó en la novela gótica del XVIII y pasa al moderno cine de terror. Freud

lo explica así: «El efecto sexualmente excitante de algunos efectos

desagradables en sí: el temor, el miedo, el horror… constituye la explicación

de que tantas personas busquen la ocasión de experimentar tales sensaciones»

en los libros o en el teatro. [29] La emoción que produce el horror es pasiva,

masoquista e implícitamente femenina. Es una sumisión imaginaria a una

abrumadora fuerza superior. El gran público de la novela gótica era y sigue

siendo femenino. Los hombres que gustan de las novelas o de las películas de

terror buscan sensaciones más allá de su sexo. Las películas de terror son las

que más les gustan a los adolescentes, cuyos gritos son señales dionisíacas del

despertar sexual. Los críticos suelen preguntarse a veces por qué el público

que abarrota las salas de proyección de esas películas de asesinos sangrientos

son parejas tranquilas que han quedado para pasar un «buen rato». El miedo

compartido es una operación sexual físicamente estimulante. La traducción

inglesa de este pasaje de Freud, en la que aparece el término «shuddering»

(«estremecimiento»), en lugar de la palabra «horror» de la traducción

española, muestra la zona común existente entre el miedo y el placer

orgásmico. En el poema de Yeats Leda and the Swan (Leda y el cisne), el

«estremecimiento en los ijares» hace referencia tanto al clímax del violador

como al miedo de la víctima.

Esas violentas películas de terror en las que salpica la sangre por todos

lados, hoy tan de moda, me parecen de un gusto totalmente pedestre. Hay un

género clásico de películas de vampiros que siguen un estilo que yo denomino

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