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Sexual Personae - Camille Paglia

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Dios no le da a la Humanidad la bienvenida, sino que bloquea el camino de la

vida eterna (615). Hay aquí un relleno alegórico, un ocupar el conjunto del

espacio ficticio con la misma identidad en formas diferentes, una técnica que

ya hemos encontrado en Leonardo, en Rossetti y en Emily Brontë.

Los alegres recién casados de Dickinson salen de sus poemas en

circunstancias sospechosas: «¡Soy esposa! ¡Detente!» (199). Para seguir el

paso a Dickinson, como Alicia corriendo con la Reina Roja, el lector debe

saber dónde están enterrados los cadáveres. La hablante queda arrestada; el

cielo es estasis, una especie de inexistencia congelada. Los poemas de novia

son bromas ingeniosas que convierten a las princesas en calabazas,

fragmentos de escombro. Los cadáveres caen en sus sepulturas con un ruido

sordo. Un tipo de final muy frecuente es el lento fundido, la voz que busca las

palabras en vano a medida que la conciencia se dispersa.

Estos poemas exigen una labor detectivesca muy paciente, pues son

intrincados juegos de palabras de gran sofisticación. Dickinson estudiaba su

diccionario Webster con devoción. Sus juegos de palabras constituyen piezas

de artesanía alejandrina, de erudición decadentista. Pero no todos sus poemas

sentimentales contienen ironías ocultas. Los que más me interesan son

exactamente los que parecen ser naderías vivarachas e impertinentes. ¿Qué

significaban estos poemas para una autora de su talla? A Higginson le dijo:

«Cuando me menciono, como Representación del Verso — no me estoy

refiriendo — a mí — sino a una persona supuesta». [10] Las muchas voces de

Dickinson son «personas del sexo». Se dividen en dos grupos principales, el

sádico y el wordsworthiano. Los poemas sentimentales usan personas

femeninas que representan ante la naturaleza una respuesta primordial, alegre

y confiada.

En Dickinson la naturaleza tiene dos caras, la salvaje y la serena. Los

rayos achicharran retoños; los volcanes se comen pueblos de desayuno (314,

175). Los labios de la naturaleza son «Corales sibilantes» que se abren y se

cierran, y las «Ciudades se van por las rendijas como el agua» (601). En el

volcán hierven las sofocantes sibilantes del infierno de Milton. La civilización

se licua al contacto con la naturaleza. El Etna en erupción «enseña su

Colmillo Granate»: una naturaleza pirata, de rojas fauces, que tiene una

siniestra sonrisa ladeada (1146). La naturaleza sádica empapa la poesía de

Dickinson de metáforas violentas. Sus personas sentimentales y sádicas

constituyen una alegoría estacional. Las voces femeninas son la fase

primaveral: son bonitas, un prado de hermosas flora y fauna, soleado y

tranquilo. Los poemas sadomasoquistas son tectónicos, las lentas contorsiones

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