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Sexual Personae - Camille Paglia

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Un tercer sexo: ¿cómo viola sexualmente Geraldine a Christabel? Así las

describe Coleridge yaciendo juntas:

Una estrella se ha ocultado, otra ha salido,

oh, Geraldine, desde que tus brazos

se hicieron prisión de la dulce dama.

¡Oh, Geraldine! Una hora entera ha sido tuya…

Se ha cumplido tu deseo…

La estrella que ha desaparecido es la de Jesús. La estrella que ha salido es

el antiguo signo de lo demónico, el escorpión sexual. La prisión es el abrazo

de la madre naturaleza, del que Jesús no puede redimirnos. Geraldine ha

satisfecho su «deseo» de Christabel. Esta locución pertenece a una

experiencia exclusivamente masculina. En ninguna obra importante de toda la

literatura se vuelve a utilizar para una mujer. La única analogía se encuentra

en el diario de Victoria Sackville-West, que describe cómo llevó a su amante,

Violete Trefusis, a un hotel parisino dos días después de la boda de ésta: «La

traté salvajemente, le hice el amor, la poseí; nada me importaba». [14] «La

poseí»: qué raro suena en un contexto femenino el lenguaje de la posesión

masculina. En Coleridge, la receptividad sexual de la mujer se transforma

misteriosamente en poder para violar. ¿Qué sucede? Si hay absorción de la

sangre, ésta debe ocurrir en un estado mental de excitación orgásmica, como

el nebuloso estado febril de Carmilla, el cuento victoriano de J. Sheridan Le

Fanu, cuyo vampiro lésbico está claramente inspirado en Christabel.

¿Puede haber un subtexto fálico en este coito demónico? El cuerpo de la

Duessa de Spenser presenta una ambigüedad. Fradubio la sorprende en el

baño: «Sus partes pudendas, deformes, monstruosas, / estando ocultas en el

agua, no alcancé a verlas, / pero parecían más repugnantes y horrendas, / de lo

que un hombre creería que es la forma de la mujer» (I, ii, 41). Esto no es algo

conclusivo, pero cuando Duessa es desenmascarada, el poeta habla con su

propia voz: «Sus partes pudendas, vergüenza de su género, / mi casta Musa se

sonroja de pudor al describir» (viii, 48). Se diría que el poeta da un falo a la

más depravada maldad femenina. Una mujer británica de nuestros días

informaba recientemente que en una sesión de espiritismo, cuando ella y la

mujer que ejercía de médium estaban sentadas desnudas alrededor de la mesa,

un gélido «falo fantasma» salió de los genitales de la médium, cruzó el

espacio y se introdujo en ella.

Al levantarse de la cama a la mañana siguiente, Christabel dice:

«Pecadora soy». No recuerda nada, pero tiene una fuerte sensación de haber

perdido la inocencia, pues la bruja ha entrado en ella, en su cuerpo y en su

mente. Geraldine duerme satisfecha como un hombre: el seductor triunfante,

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