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Sexual Personae - Camille Paglia

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dura». En la tercera, «una pálida mujer espantosa y vestida de negro» observa

desde el otro lado del lago a la pequeña Flora (un nombre típico de Botticelli).

«Clava» sus «horribles ojos» en la niña, con cierta furia o intencionalidad. [32]

La fijación ocular de Jessel procede del vampiro de Coleridge. Su mirada es

una intervención paralizante en la naturaleza, que clava a Flora en una niñez

inquietantemente prolongada, desarrollando sexualmente su mente, pero

deteniendo la maduración de su cuerpo. El vampiro, por medio de una

repentina afirmación jerárquica, proyecta la blanca lepra del tiempo.

Los grandes planos de contacto visual de Otra vuelta de tuerca

constituyen uno de los ejemplos más sensacionales de la tiranía de lo visual

en el tardorromanticismo francés, ingles y americano. Quint y Jessel no

existen como personajes, en el sentido novelístico, sino como nódulos de

visibilidad. Son «personas» hieráticas en un culto del ojo occidental. El úterotumba

de los cuentos góticos de terror se vacía en los terribles espacios

abiertos de la narración, con sus líneas visuales violentas y penetrantes. James

demuestra la agresividad implícita en la mirada occidental, una cadena de

hierro que une a las personas en triángulos euclidianos. La opacidad de Quint

y Jessel es el resultado de la intensidad con la que ven y con la que son vistos,

lo que les debilita igual que a los hombres solitarios de Wordsworth o al poeta

crucificado de Baudelaire. Son puntos de catexis negativa, imágenes

especulares de los fascinantes objetos artísticos jerarcas de Sarrasine y El

retrato de Dorian Gray. Lo que es decadentista en Quint y Jessel es su

concentración visual y su inmovilidad, su horrible quietud. Son saboteadores

coleridgianos en una naturaleza wordsworthiana. Tienen la gravedad del

globo ocular de Emerson y la densidad del diamante negro de Balzac. Son

antracitas inmorales incrustadas, como las gemas de Moreau, en el lienzo de

James.

El erotismo en Otra vuelta de tuerca toma la frígida forma del

voyeurismo. Quint y Jessel practican una especie de transferencia chamánica

de la conciencia, como si se quedaran suspendidos al borde del pensamiento.

Es ésta una forma moderna de magia, producto de la inestable fusión de la

sexualidad y la identidad que lleva a cabo Rousseau. En los sadomasoquistas

God Creating Adam y Júbilo del niño de Blake veíamos una forma semejante

de suspensión. Y asimismo lo veíamos en el vampiro que merodea en el

exterior del castillo de Christabel y en la forma en que Whitman se desliza

sobre las camas de los durmientes. Y nos lo volveremos a encontrar en ese

pesado y opresivo suspense del estilo tardío de James.

Página 720

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