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Sexual Personae - Camille Paglia

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belleza hacemos objetos, dándoles límites, simetría, proporciones. La belleza

detiene y paraliza el flujo aniquilador de la naturaleza.

La belleza es una creación colectiva del hombre. Caseríos, fortalezas y

ciudades empezaron a extenderse en el Oriente Próximo tras la fundación de

Jericó (aprox. 8000 a. C.), el primer asentamiento conocido. Pero no fue hasta

el florecimiento de Egipto cuando el arte se liberó de su esclavitud con

respecto a la naturaleza. El gran arte no es utilitario. Es decir, el objeto

artístico, aun manteniendo su carácter ritual, deja de ser un instrumento de

otra cosa. La belleza es el permiso para vivir del objeto artístico. El objeto

existe por sí mismo, como un dios. La belleza es la luz interior del objeto

artístico. Esto nos lo dicen nuestros ojos. La belleza es nuestra válvula de

escape de la lóbrega envoltura de carne que nos aprisiona.

Egipto, al construir un Estado, creó la belleza. El reino de Kefrén (aprox.

2565 a. C.) dio al arte egipcio su estilo supremo, una tradición que no se

interrumpiría hasta la era cristiana (fig. 3). El faraón era un Estado. La

concentración de poder en un solo hombre, una especie de dios vivo, significó

un gran avance cultural. El surgimiento de un monarca de entre los jefes

tribales es siempre un paso adelante en la historia, como sucedió en la Edad

Media con los señores feudales. El comercio, la tecnología y el arte resultan

beneficiados cuando el nacionalismo centralista se impone al provincianismo.

Egipto, el primer régimen totalitario, convirtió el gobierno unipersonal en una

mística. Y en esa mística se encuentra el nacimiento del ojo occidental.

Un rey, gobernando en solitario, es la cabeza del Estado, y el pueblo es el

cuerpo. El faraón es un ojo sabio, que nunca parpadea. Él unifica lo disperso.

La unificación del Alto y el Bajo Egipto, un triunfo geográfico, fue la primera

experiencia humana de concentración, condensación, conceptualización.

Surgen entonces el orden social y la idea de orden social. Egipto es el primer

romance de la historia con la jerarquía. El faraón, elevado y sublime,

contemplaba el panorama de la vida. Su ojo era el disco solar en el vértice de

la pirámide social. Tenía punto de vista, una línea visual apolínea. Egipto

inventó la magia de la imagen. La mística de la monarquía tenía que ser

proyectada a lo largo de miles de kilómetros a fin de mantener unida a la

nación. Conceptualización y proyección: en Egipto se forja la línea formalista

apolínea que termina en el cine moderno, el género dominante en nuestro

siglo. Egipto inventó el glamour, la belleza como poder y el poder como

belleza. Los aristócratas egipcios formaron la primera «beautiful people» de

la historia. La jerarquía y el erotismo se fusionaron en Egipto, formando una

unidad pagana que Occidente nunca ha desechado. El erotismo de los órdenes

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